jueves, 11 de abril de 2024

“DE TAL PALO, TAL ASTILLA”: EL MATRIMONIO ES REFLEJO PARA SUS HIJOS


No soy psicólogo ni terapeuta familiar. Mi intención es recordar algunos principios bíblicos acerca del tema que nos ocupa. Y hacerlo en sintonía con las afirmaciones de alguien que sí es psicólogo y terapeuta cristiano, Josep Araguàs, y su libro: La familia, un lugar de sanidad y crecimiento[1]

 

1. LA FAMILIA, UN LUGAR DE SANIDAD Y CRECIMIENTO. La familia es un sistema de relaciones que está llamado a ser un sistema terapéutico de sanidad y crecimiento para todos sus miembros. Punto de partida inexcusable. “En la familia, se generan corrientes de transmisión de generación a generación, que pueden ser viciosas, provocando angustia, tristeza, depresión, miedo, agresividad, etc. Pero también se generan corrientes que emergen desde el amor y cuando una persona aprende el lenguaje del amor, será capaz de transmitirlo a otras generaciones porque se ama a sí misma. Estas corrientes que existen en cada familia se transmiten de padres a hijos.[2]

Por cierto, el número creciente de familias monoparentales y de familias reconstruidas, participan igualmente, aunque con mayor dificultad, de la misma naturaleza y llamamiento como ámbito de sanidad y crecimiento de todos sus miembros.


2. EL MATRIMONIO ES EL EJE CENTRAL DE LA FAMILIA. La familia como sistema de relaciones gira en torno a un subsistema central: el matrimonio.  La declaración de Génesis, repetida a lo largo de todas las secciones de la Biblia, describe de forma normativa la relevancia prioritaria del matrimonio sobre las demás relaciones familiares. “El matrimonio es la relación que fundamenta y da consistencia a todo el sistema familiar. El otro miembro de la pareja siempre debe ser la persona más cercana en términos de comunicación, de amistad y de intimidad. Ningún hijo, ningún padre, ningún trabajo, ninguna afición o ninguna persona fuera del matrimonio pueden nutrir y enriquecer más la vida que la propia pareja, pues de lo contrario la formación del triángulo [involucrar de forma insana a otras personas en la relación] estará servida.”[3]

Esa centralidad prioritaria forma parte del diseño ideal de Dios para los seres humanos, previo a la Caída del pecado. “Hay un orden o institución matrimonial que es sagrado, divino, porque está fundado en la Creación, y, por eso, no puede ser modificado por el hombre a su arbitrio, sin que la vida humana caiga en degeneración.”[4]

Desde esa perspectiva, me atrevo a decir que es pecado (“errar el blanco”) la prioridad que se concede a la familia de origen sobre el cónyuge en la cultura española, y que se refuerza tras la emancipación de los hijos, con la coartada del cuidado de los padres ancianos. “A partir de este momento [llegado el tiempo del “nido vacío”], la pareja deberá escoger entre elaborar su propia agenda y continuar creciendo como matrimonio, o seguir hipotecando su matrimonio para cuidar de forma disfuncional a otros miembros de la familia.”[5]

Desde esa perspectiva, me atrevo a decir que es pecado (“errar el blanco”) la prioridad que se concede a los hijos sobre el cónyuge en la cultura latina (sobre todo por parte de las madres), más aún cuando estos son hijos de relaciones anteriores. “La nueva pareja tiene que llegar a ser prioritaria con respecto a los hijos. (…) de no ser así, el matrimonio siempre estará contra las cuerdas.”[6]

 

3. PROYECCIÓN DEL MATRIMONIO EN LOS HIJOS. Fijada la centralidad del cuidado del vínculo matrimonial es momento de considerar cómo cuidar de los hijos, fruto de dicho vínculo, porque es imposible exagerar el efecto de ese buen o mal cuidado: “La mayoría de los síntomas que presentan los hijos son una metáfora del matrimonio de sus padres.”[7]


3.1. Amor. “Soy amado, luego existo” (Carlos Díaz). “Si al final de nuestro cometido como padres, y a pesar de nuestras muchas imperfecciones, nuestros hijos han sido y se han sentido amados, ello significa que se ha alcanzado el objetivo esencial en la relación padres-hijos. (…) Cuando los hijos son amados de tal forma [amor incondicional, inagotable e imperfecto], con tal consistencia, esto produce en sus vidas seguridad, afirmación y aceptación.”[8]


3.2. Amor como responsabilidad. La ausencia de compromiso de los padres hacia los hijos toma formas monstruosas como la “violencia vicaria” o descuidos mortales. Pero de manera más frecuente se expresa en una práctica de prioridades que relega la práctica del amor responsable a un lugar secundario.

“Herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre.” (Sal.127,3). Ya desde la Ley, Dios asigna a los padres el protagonismo en el cuidado de los hijos. Para los judíos la familia siempre ha sido el centro de toda la vida, aun la religiosa (Prov 1,8; 4,1-3; 6,20; Ecl 7,23-30; 30,1-13). Según la tradición judía el quinto mandamiento concluye la primera Tabla (Éxodo 20,12). Los primeros cinco mandamientos exigen reverencia a Dios, autor de la vida, y a los padres que la transmiten; los cinco segundos se refieren al prójimo y a la defensa de sus derechos. Los padres son “compañeros de Dios en la procreación” y por eso los insultos y las ofensas a los padres son considerados como ofensas a Dios.

 

3.3. Amor como Pacto. En la revelación de Dios en la Biblia, la responsabilidad se expresa como Pacto. “A través del pacto, Dios se convierte en el paradigma de esposo/esposa o padre/madre. Su forma de amarnos, de sostenernos a lo largo de la vida y de tratarnos a pesar de nuestras muchas limitaciones y errores es el poderoso modelo a seguir, a partir del cual construimos nuestra forma de actuar con los hijos.”[9]


3.4. Amor como educación. La educación como transmisión de valores humanos y espirituales corresponde a los padres, no al Estado, la escuela o la iglesia; estos podrán ayudar más o menos pero nunca reemplazar la responsabilidad de los padres (Deut.6,6-7).

Esta función educadora no se realiza tanto de manera reglada como “atmosférica”, no como en las Academias (civiles o militares) a base de transmisión de conceptos y conocimientos sino por el testimonio coherente de los padres, creando una “atmósfera” de valores encarnados que impregna a los hijos con el mismo “aroma”: “Los padres educan menos a sus hijos por sus órdenes y mandatos que por el ambiente que crean, por las relaciones que mantienen y por la mentalidad que desarrollan.”[10]


3.5. Amor como testimonio de fe. El llamado de Dios a los padres es nítido: Deut.6,6-7. Pero somos imprecisos cuando hablamos de la “transmisión de la fe”: siendo estrictamente personal, la fe no se transmite, sólo se comparte. “Educar en y desde la fe significa dejar en el corazón de los hijos algo vital que les puede servir como un poderoso recurso a lo largo de toda la vida.”[11]

Ese testimonio de fe se ofrece por encima de todo, con un testimonio cotidiano de vida coherente con la fe y sus valores que se dice creer, haciendo de la familia una “iglesia doméstica”. Esa fe: “se cultiva a lo largo de la vida y se transmite no con imposición, sino de forma natural con espontaneidad y ejemplaridad.”[12]

El testimonio de fe sólo puede ser eso, testimonio. Más allá sólo el Espíritu Santo puede convencer “de pecado, …” (Jn.16,8). Los padres no deben convertir el dolor de la ausencia de fe en sus hijos en culpabilidad. Sí pueden proyectar su tristeza en términos de intercesión delante de Dios: “No aceptamos la derrota con nuestros hijos, peleamos por ellos ante el Señor en oración y ayuno”.




[1]  Josep Araguàs: La familia, un lugar de sanidad y crecimiento. Barcelona: Publicaciones Andamio, 2013.

[3] Josep Araguàs: Ibid. Barcelona: Publicaciones Andamio, 2013. Pg. 116.

[4] Emil Brunner: La justicia. Doctrina de las leyes fundamentales del orden social. Universidad Nacional Autónoma de México, 1961. Pg. 67.

[5] Josep Araguàs: Op. Cit. Barcelona: Publicaciones Andamio, 2013. Pg. 110.

[7] James Framo: Familia de origen y psicoterapia. Barcelona: Editorial Paidos, 1996. Pg. 23. Citado por Josep Araguàs: Op. Cit. Barcelona: Publicaciones Andamio, 2013. Pg. 102.

[10] Jean Lacroix: Fuerza y debilidades de la familia. Madrid: Acción Cultural Cristiana, 1993. Pg. 47.

[11] Josep Araguàs: Op. Cit. Barcelona: Publicaciones Andamio, 2013. Pg. 235.

[12] Josep Araguàs: Ibid. Barcelona: Publicaciones Andamio, 2013. Pg. 39.

martes, 9 de abril de 2024

LO ESENCIAL ES INVISIBLE A LOS OJOS

 

1. LO ESENCIAL ES INVISIBLE A LOS OJOS. Las cosas parecen funcionar bastante bien en nuestra sociedad: tenemos sanidad, educación, seguridad, … Algunos creen que es gracias a sus políticos, otros creen que es a pesar de todos los políticos. En cualquier caso, ante nuestros ojos se ve el tráfico ordenado, los quirófanos funcionando como engranajes bien ensamblados, las gentes yendo y viniendo con normalidad, …

Así las cosas, la filosofía práctica de muchas personas es “a vivir que son dos días”, la vida es muy corta y hay que disfrutarla al máximo: “más vale pájaro en mano que ciento volando”, “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”, ... Dicho de forma elegante: “carpe diem”: aprovecha el día, vive el momento, goza el presente, fiesta. Y ya sabemos lo que eso significa, una especie de hedonismo de andar por casa. no se ve a Dios por ninguna parte y tampoco parece que le necesitemos, que se le eche en falta; en muchos sentidos Dios, si existe, parece irrelevante, “una hipótesis innecesaria” (P-S. Laplace). Sin embargo ….

El zorro le dijo al principito: “He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.”[1]

Pascal, un gran filósofo y un gran científico ya nos advirtió: “El corazón tiene razones que la razón no conoce.”[2] Y dejó escrito que existe un “esprit de finesse” que necesitamos para percibir una parte de la realidad que no se accede con la razón o la experimentación. Y que esa parte de la realidad es precisamente la esencial.

También la Biblia nos enseña que hay una verdad invisible a los ojos, no palpable con las manos pero esencial para nuestras vidas. No es algo, es Alguien: Jesús resucitado. Porque ahí, en Jesús, está la respuesta a los anhelos íntimos del ser humano, que ninguna fiesta superficial puede satisfacer: “nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti.”[3]

Pero aún los cristianos vivimos a menudo ocupados y, aún peor, con el corazón atrapado en las cosas que sí vemos con los ojos. Y olvidamos que “las cosas que se ven son temporales [pasajeras], pero las que no se ven son eternas” (2ªCor.4,18). Por eso, somos exhortados una y otra vez de parte del Padre: COLOSENSES 3, 1-3.


2. LA VIDA ANTIGUA Y LA NUEVA.

v. 1. “Resucitados con Cristo”. Convertirse a Jesús implica “morir” a todo un estilo de vida, al punto que espiritualmente “fuimos crucificados con Cristo” (Rom.6,1ss.), incluso “sepultados con Él”, tal como representamos con el bautismo: “… a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Rom.6,4).

Esta verdad espiritual es tan poderosa que la Biblia llega a decir que: “si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2ªCor.5,17).


v. 3. “Habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”. En todo el Nuevo Testamento se repite esta verdad definitiva. Convertirse a Jesús es reconocerle como el Hijo de Dios, para participar de una vida nueva, diferente, abundante y eterna. “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Jn.10,10). Dice el Evangelio de Juan: “éstas [señales] se han escrito para que creáis que Jesús es el cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Jn.20,31). Creer, en el léxico de Juan, es una unión de comprensión intelectual y compromiso de vida.”[4]


v. 2. De ahí la exhortación: “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra”. “Podemos dibujar una línea en el centro de una hoja de papel y a la izquierda escribir las cosas que son de la Tierra, y del lado derecho las cosas que son del cielo. (…) A la izquierda, escribimos los placeres de la Tierra, y del lado derecho, ponemos nuestro deleite en el Señor. A la izquierda anotamos los tesoros de la Tierra; a la derecha reunimos tesoros ‘donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan’ (Mt.6,20). A la izquierda, ponemos la reputación frente a los hombres y nuestro deseo de sobresalir ante los hombres [ser “cabeza de cartel”]; a la derecha, escribimos nuestro deseo de ser levantados en alto con Dios. A la izquierda, apuntamos un buen lugar donde habitar; a la derecha, anotamos una mansión en el más allá. A la izquierda, ponemos nuestro deseo de caminar con la mejor compañía aquí en la Tierra; a la derecha, registramos nuestro deseo de caminar con Dios aquí en la Tierra. A la izquierda, ponemos el seguir la filosofía del hombre, y a la derecha, seguir las revelaciones de Dios. A la izquierda, cultivar la carne; a la derecha, vivir por el Espíritu. A la izquierda, vivir durante un tiempo; a la derecha, vivir por la eternidad.”[5]

Vivir para las cosas de arriba no es cerrar los ojos a las responsabilidades propias del vivir, es vivirlas como una ofrenda a Dios, vivirlas en Dios, vivirlas con Dios. “Para estar con Dios no es necesario estar siempre en la iglesia. Podríamos hacer un oratorio de nuestro corazón, en donde retirarnos de vez en cuando, para conversar con Él en mansedumbre, en humildad, y en amor. (…) Acostúmbrate, a adorarlo gradualmente, a pedir de su gracia, a ofrecerle tu corazón de vez en cuando, en medio de tus negocios, incluso en cada momento que puedas.”[6]

Vivir para las cosas de arriba, sí es volver la espalda a otras “cosas de la tierra”: “fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; (…) ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas …” (v.5-8). Y esas “cosas”, sustituidas por otras bien distintas: “entrañable misericordia, benignidad, humildad, mansedumbre, paciencia, … amor” (v.12-14).

Vivir para las cosas de arriba, centrados en Dios, nos permite vivir las demás cosas sin ansiedad, como Moisés, que “se sostuvo como viendo al Invisible” (Heb.11,27): “Quiero que mi vida quede integrada en la realidad verdadera de un Dios que me conoce por completo y solo desea mi bien. Quiero considerar todas las distracciones de mi día desde la perspectiva de la eternidad. Quiero abandonarme a un Dios que me puede elevar por encima de la tiranía de mi propio yo. Nunca seré libre del mal, ni de las distracciones, pero pido en mis oraciones que quede libre de la ansiedad y la agitación que se infiltran junto con ellas.”[7]


Mi respuesta. Lo esencial no se ve con los ojos, la nueva vida en Jesús no nace y se desarrolla por virtud de nuestra sabiduría o de nuestro esfuerzo (“Es el corazón el que siente a Dios y no la razón. He ahí lo que es la fe. Dios sensible al corazón, no a la razón”[8]). En el Espíritu Santo radica la vitalidad transformadora que la hace posible. “Fue Pentecostés y no el día de Resurrección, el suceso que transformó a los discípulos”[9]. “Sed llenos del Espíritu” (Ef.5,18), es la recomendación del apóstol Pablo. La nueva vida en Jesús nace y se desarrolla por la presencia activa del Espíritu Santo en nuestro interior: “acomodando lo espiritual a lo espiritual (…) las cosas del Espíritu de Dios, (…) se han de discernir espiritualmente” (1ªCor.2,13-14).

¿No querrás mirar más allá de lo que ven tus ojos, para ver a Jesús y la vida abundante en Él?



[1] A. de Saint-Exupéry: El Principito. cap. XXI. Madrid: Alianza Editorial, 1996. Pg. 87.

[2] Blaise Pascal: Pensamientos. Madrid: Alianza Editorial, 1986. Pg. 131. Edición de Lafuma, 423.

[3] San Agustín: Confesiones. I.1.1. Madrid: B.A.C., 2000. Pg. 23.

[4] E. Peterson: “Resurrection Quartet” In AAVV: Suffering & Glory. Bellingham, WA.: Lexham Press, 2021. Pg.104.

[5] A.W. Tozer: Intenso. La vida crucificada. Buenos Aires: Editorial Peniel, 2014. Pgs. 49-50.

[6] Hermano Lorenzo, fraile carmelita s. XVII: La práctica de la presencia de Dios. Buenos Aires: Editorial Peniel, 2006. Pgs. 66-67.

[8] Blaise Pascal: Pensamientos. Madrid: Alianza Editorial, 1986. Pg. 131. Edición de Lafuma, 424.

[9] Henri Nouwen: Sabbatical Journey, citado por Ph. Yancey: Alcanzando al Dios invisible. Miami: Editorial Vida, 2004. Pg. 162.

 

sábado, 30 de marzo de 2024

MORIR PARA VIVIR EN JESÚS, POR SU ESPÍRITU

 

Jesús quiere hacerse entender por todos de modo que sus enseñanzas están llenas de ilustraciones. Pero pensadas para sus primeros oyentes, hace 2000 años, en una sociedad muy familiarizada con la agricultura. Nosotros conocemos la dinámica de la semilla que se siembra y produce fruto … pero muchos no lo hemos visto con nuestros ojos. Es un proceso prodigioso: una semilla diminuta, aparentemente si vida, es enterrada para que, aparentemente, ahí quede definitivamente olvidada. Pero poco después brota de la tierra un tallo y poco después del tallo hojas y poco más tarde frutos llenos de vida. Al menos, muchos podemos recordar que pasamos por la carretera junto a campos yermos que, cuando pasamos de nuevo meses después, están repletos de cereales llenos de fruto. Esa imagen quiere trasladarnos Jesús para hablar de una realidad espiritual análoga: Juan 12, 20-26.


1. LA GLORIFICACIÓN DEL HIJO DEL HOMBRE. “Ha llegado la hora” (v.23). Jesús se refiere a su Pasión, muerte y resurrección. Es la hora de su glorificación, paradójicamente, por medio del sufrimiento. “El grano de trigo” (v.24): Grano o semilla, la idea es la misma. La muerte e incluso la descomposición de la semilla es el camino, único camino, para que produzca fruto, vida.

Tal como anticipaban gráficamente los sacrificios de la Ley, tal como anticiparon los profetas (Is.53), y tal como Jesús mismo anunció (Jn.3,16): su muerte ganó nuestra reconciliación con Dios: “Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1ªP.3,18). Nuestra culpa ante el Dios santo debía ser pagada; Jesús lo hizo en nuestro lugar y el Padre le levantó de los muertos para dar fe que su sacrificio fue válido y fue suficiente: “Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.” (Rom.4,25)


2. REGENERACIÓN Y SANTIFICACIÓN DE LOS HIJOS DE LOS HOMBRES. “La solemne verdad contenida en el versículo 24 se aplica a Cristo, y sólo a él. Sólo él muere como sustituto, y al hacerlo así produce mucho fruto. Sin embargo, hay un principio análogo que actúa en la esfera de los hombres. Es el que se afirma en los versículos 25, 26.” [1]


2.1. Salvación, reconciliación. “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.” (Mr.1,14-15) La salvación, la reconciliación con Dios pasa por el arrepentimiento y la fe, el reconocimiento quebrantado de nuestros pecados y la confianza en el sacrificio de Jesús para el perón de nuestros pecados. En otras palabras, la muerte a toda forma de confianza en nosotros mismos, el reconocimiento de nuestra “bancarrota espiritual” (J. Stott), para confiar sólo y enteramente en Jesús. Esa es la condición de los “pobres en espíritu” (Mt.5,3): y (sólo) “de ellos es el reino de los cielos” (Mt.5,3).

Este “morir” a nosotros mismos y este “resucitar” en Jesús, no produce sólo reconciliación con Dios, salvación, sino que sus frutos son mucho más abundantes. Mencionaremos sólo dos más:


2.2. Adopción. “todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús” (Gál.3,26); “Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos” (Gál.4,6) No sólo “escapamos de las llamas del infierno”, somos y seremos por la eternidad, ¡hijos de Dios, adoptados como hijos por el Dios de amor!


2.3. Regeneración. “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración [palingenesías -renacimiento] ...” (Tito 3,5). ¿En qué consiste la regeneración, este “nuevo nacimiento” (Jn.3,3)? “El pecador, en su estado natural, está espiritualmente muerto en sus delitos y pecados. En la regeneración lo que era muerto recobra vida. (…) por el nuevo nacimiento, el pecador justificado se transforma en una nueva creación[2]


3. REGENERACIÓN Y SANTIFICACIÓN POR EL ESPÍRITU SANTO Esa nueva vida, una semilla de Dios (1ªP.1,23; 1ªJn.3,9), está llamada a desarrollar el carácter del Hijo del Hombre en nosotros. Y más importante aún: nada de todo lo dicho pasa por nuestra vida natural sino por la acción del Espíritu Santo morando en nosotros. La vieja naturaleza con sus pecados y también con sus capacidades, debe morir para dejar lugar a la semilla de Dios, la vida del Espíritu Santo en nosotros. Morir para vivir. No hay otro modo.


3.1. Arrepentimiento y fe. “La experiencia de conversión es, de comienzo a fin, obra del Espíritu Santo. (…) Comienza ‘redarguyendo’ (o convenciendo) al mundo en cuanto al ‘pecado, a la justicia y al juicio’ (Juan 16.8-10). (…) Habiéndonos hecho ver nuestro pecado, y habiéndonos mostrado nuestro Salvador, el Espíritu Santo nos impulsa a arrepentirnos y a creer, y de este modo a experimentar el nuevo nacimiento.”[3] Y esa conciencia de pecado que despierta el Espíritu Santo no es sólo una experiencia inicial, está llamada a ser continua para hacernos cada vez más sensibles a toda forma de pecado en nuestro vivir como hijos de Dios.


3.2. Regeneración, nuevo nacimiento. Regeneración, nuevo nacimiento, … son expresiones que describen esa realidad espiritual que ninguna voluntad humana hace posible, porque es sólo acción de la persona del Espíritu Santo: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es (Jn.3,6). “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración [palingenesías -renacimiento] y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3,5). “Nuestra regeneración es un acto creador de parte de Dios, no un proceso reformador de parte del hombre.”[4] Dicho a la manera de los primeros cuáqueros: “La regeneración es el cambio de hombre que ocurre mediante el nacimiento que es del Espíritu. La criatura se desnuda de su propia naturaleza, de su propio entendimiento, de su propia voluntad y se forma de nuevo en el vientre del Espíritu. La vieja criatura pasa y surge una nueva, la cual crece diariamente en la nueva vida hacia la plenitud de Cristo.”[5]


3.3. Santificación. “La verdadera religión (…) Consiste en ser nacido del Espíritu, en permanecer en el Espíritu, en vivir, caminar y adorar en el Espíritu. Sí, en llegar a ser y crecer en el Espíritu y en la vida eterna, porque ‘lo que es nacido del Espíritu, espíritu es’.”[6] “… transformados de gloria en gloria en la misma imagen [de Jesús], como por el Espíritu del Señor” (2ªCor.3,18).

“La verdadera santificación consiste en el crecimiento de la Semilla y en su propagación sobre el corazón y sobre todo el hombre, tal como sucede con la levadura. Cristo es formado por la fe en el corazón y según crece esta Semilla, según se propaga esta Levadura, según crece este Hombre, así hace santa a la persona en quien Él crece.”[7]


Mi respuesta. Comenzamos la nueva vida por el Espíritu Santo y crecemos en esa vida nueva por el Espíritu Santo: “¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar en la carne?” (Gál.3,3)

Para ese nuevo vivir debemos crucificar el yo. “Lo viejo debe ser eliminado, realmente eliminado, y lo nuevo debe ocupar su lugar. La carne y el yo deben ser absolutamente destruidos.”[8]

Para ese nuevo vivir debemos aprender a esperarlo todo de Dios. “Basta ya de su propia voluntad, basta ya de su propia marcha, basta ya de su propio deseo de saber o de ser algo. Sumérjase en la Semilla que Dios sembró en el corazón; deje que crezca en usted, que sea en usted, que respire en usted, que actúe en usted, (…) Cuando usted tome la cruz para sí y permita que la Semilla se esparza y se convierta en un yugo sobre usted, será renovado, disfrutará la vida y la herencia eterna en la Semilla.”[9] “En realidad esta es la verdadera religión: La experiencia del Espíritu de Dios que comienza algo en el corazón, la espera del corazón en Él por más de su Espíritu, y caminar con Él en Su espíritu conforme le place avivar, conducir, extraer y fortalecer.”[10]

¡Ve! ¡Corre! ¡Saca al Espíritu Santo de la celda oscura donde le encerraste tanto tiempo, sácale del fondo de tu alma donde le olvidaste! ¡muere tú, déjale a Él vivir en ti! 

Madrid, 31 Marzo 2024

Domingo de Resurrección



[1] W. Hendriksen: El Evangelio según San Juan. Grand Rapids, MI.: Libros Desafío, 1981. Pg. 357.

[2] Billy Graham: El Espíritu Santo. El Paso, Tx.: Casa Bautista de Publicaciones, 1980. Pg. 60.

[3] John Stott: Sobre la Roca. Cómo crecer en la vida cristiana. Buenos Aires: Certeza Unida, 2007. Pgs. 114-115.

[4] William Evans: Las grandes doctrinas de la Biblia. Grand Rapids, Mi.: Editorial Portavoz, 1974. Pg. 155.

[7] Isaac Penington: Los escritos de Isaac Penington, volumen I. www.bibliotecadelosamigos.org Pg. 54.

[8] Isaac Penington: Los escritos de Isaac Penington, volumen I. www.bibliotecadelosamigos.org Pg. 28.

[9] Isaac Penington: Los escritos de Isaac Penington, volumen I. www.bibliotecadelosamigos.org Pgs. 224-225.

[10] Isaac Penington: Los escritos de Isaac Penington, volumen I. www.bibliotecadelosamigos.org Pg. 227.


martes, 12 de marzo de 2024

VIDAS SIN MANCHA NI CONTAMINACIÓN (Filipenses 2,15)


Nací en Puerto Sagunto (Valencia), junto al mar Mediterráneo. Hoy su playa tiene premios europeos pero hace unas décadas era un desastre: el puerto que servía a la siderúrgica cercana recibía y despedía barcos mercantes que ensuciaban la playa sin ningún rubor. Era frecuente salir del agua manchado de todo tipo de porquería, sobre todo alquitrán que no se despegaba del cuerpo ni aún frotando con lejía. Todos hemos visto imágenes similares en televisión: cómo las rocas, las gaviotas, se manchan de petróleo y la vida se hace imposible.

Esa contaminación ensucia los cuerpos pero existe otro tipo de contaminación que mancha el alma humana; manchas que arruinan la vida espiritual. De esa contaminación y de esas manchas nos advierte la Palabra de Dios; nos enseña a identificarlas, evitarlas y limpiarlas.

 

1. UNA GENERACIÓN MALIGNA. “Una generación torcida” (NVI) “Un mundo lleno de gente perversa y corrupta” (NTV). Es imposible asomarse a la calle sin que nos golpeen por todos los medios noticias de suciedad y contaminación moral: políticos corruptos (y quienes disculpan la corrupción si son “nuestros corruptos”, que más corruptos son los otros), famosos que alardean de sus “relaciones abiertas” que no son sino adulterios e infidelidades, opositores que falsean sin rubor sus curriculum para ganar puestos en las oposiciones de méritos, …y por supuesto, asesinatos, robos, violaciones, …

¿Qué hace un cristiano como tú en una sociedad como esta? Así como quien vive junto a un vertedero termina por no percibir el mal olor, el discípulo de Jesús corre peligro de dejar de percibir contaminación alrededor y llegado ese punto, mancharse también su alma sin darse cuenta de su propia suciedad espiritual. El Señor en su Palabra nos exhorta a un llamado inexcusable: “llevar una vida limpia” (NTV).


2. HIJOS DE DIOS SIN MANCHA (deshacer una excusa). Parece que el pensamiento de algunos es: “dado que todo es un asco, seamos todos asquerosos, revolquémonos todos en la suciedad”. Pero no todo es un asco. Ni todos asquerosos. En el mismo periódico que leo de miserias morales y corrupción leo de un matrimonio madrileño que en 9 años ha recibido en acogida a 14 bebés tutelados por la Comunidad de Madrid. Un matrimonio cincuentón, él empleado de banca y ella ama de casa, padres de tres hijos propios. Un matrimonio en el que uno al menos debe teletrabajar para atender los bebés y en el que ambos asumen las renuncias propias de la paternidad y la maternidad, además de no pocas limitaciones como no poder viajar fuera de España[1].

No, no todo es un asco ni es inevitable chapotear en la porquería moral que nos rodea, ni menos aún dejarnos contaminar el alma. Todo lo contrario: la Palabra de Dios nos exhorta a alimentar el alma, a pensar en: “todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; …” (Filip.4,8). En otras palabras: alimentar el alma con todo lo que sea inspirador, donde quiera que sea que lo veamos. Y dicho a la inversa: cerrando el corazón a toda forma de suciedad moral, venga de donde venga.

Esta primera medida nos debe llevar a examinar de qué ingredientes nos alimentamos espiritualmente. ¿Qué serie estás viendo? ¿Qué novela estás leyendo? ¿De qué amistades te rodeas? ¿Cómo son tus conversaciones? ¿Qué paginas de youtube visitas? … ¿Qué te aportan? ¿Qué pensamientos despiertan? ¿Qué emociones, qué deseos te producen?

Cuando entras en el mar las olas te salpican inevitablemente. Si el agua es limpia, limpia tu cuerpo y ayuda a cicatrizar tus heridas, … Si el agua está sucia de alquitrán, te llevarás el alquitrán a tu casa. Si dejas salpicar tu alma de porquería, la porquería se apoderará de ti. Así como aquellos que tienen que limpiar de suciedad las playas se cubren con ropaje protector, el cristiano debe aprender a vivir cada día cubierto con “toda la armadura de Dios” (Ef.6,11).

 

3. POR AMOR DE CRISTO (3,8) (deshacer otra excusa). Demasiado a menudo vemos que la maldad tiene éxito en nuestra sociedad. Ya lo registraba el salmista: “Vi yo al impío sumamente enaltecido, y que se extendía como laurel verde” (Sal.37,35). ¿Cómo negarlo? ¿Para qué debería estudiar una joven y acabar con un trabajo mal pagado cuando puede ganar más dinero del que podemos imaginar apareciendo desnuda en only fans, o ofreciéndose como sugar baby? ¿ Por qué tendría que madrugar un joven para ir al trabajo y ganar apenas nada si puede hacerse millonario trampeando de mil maneras? ¿Por qué ser virtuoso y no un miserable moral?

Pablo, que escribe desde la cárcel, que tiene que ver cómo otros, “cuyo dios es el vientre” (3,19), tienen “éxito” entre algunos cristianos, escribe a pesar de todo: “para mí el vivir es Cristo” (1,21), “cuantas cosas eran para mí [y lo siguen siendo para otros] ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo” (3,7). Sólo la fascinación por Jesús, sólo un corazón atrapado por el amor con que Dios nos trata en Jesús, será riqueza suficiente para resistir la tentación de “otras riquezas”. Sólo quien está convencido de haber hallado en Jesús una perla preciosa está dispuesto a renunciar a todo por Él (Mt.13,45-46).

 

No me mueve, mi Dios, para quererte

el cielo que me tienes prometido,

ni me mueve el infierno tan temido

para dejar por eso de ofenderte.

 

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte

clavado en una cruz y escarnecido,

muéveme ver tu cuerpo tan herido,

muévenme tus afrentas y tu muerte.

 

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,

que aunque no hubiera cielo, yo te amara,

y aunque no hubiera infierno, te temiera.

 

No me tienes que dar porque te quiera,

pues aunque lo que espero no esperara,

lo mismo que te quiero te quisiera.

 

Esto mismo repetía mi abuela materna. Una mujer sencilla, de vida humilde en una masía de Lleida, que lo perdió todo en la guerra civil y después sufrió no sólo la pobreza sino el estigma de ser protestante. Pero decía a menudo: “aunque no hubiera cielo, ha merecido la pena obedecer al Señor”.

Dios es santo, puro, sin mancha. Y Suya será la última palabra. Por eso: “No te alteres con motivo del que prospera en su camino, por el hombre que hace maldades. (…) Mejor es lo poco del justo, que las riquezas de muchos pecadores. Porque los brazos de los impíos serán quebrantados; mas el que sostiene a los justos es Jehová.” (Sal.37: 7,16-17). “Confía en Jehová, y haz el bien; y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad. Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón.” (Sal.37,3-4). Creo a Jesús cuando dice que la puerta ancha lleva a la pérdida de humanidad en el presente y a la ruina completa en la eternidad; creo a pesar de todo que la puerta estrecha que Él aconseja lleva a la vida (Mt.7,13-14)

 

4. “BRILLAR COMO LUCES RADIANTES” (NTV): “brillar como antorchas en el mundo” (La Biblia al día). Jesús se nombraba a sí mismo “el Hijo del Hombre”. Sólo podemos ser plenamente humanos a imagen de Jesús. Las gentes necesitan urgentemente que se les recuerde que necesitan a Jesús para ser plenamente humanos. ¿Quién les enseñará a serlo? Los discípulos de Jesús si vivimos como tales. Trayendo esperanza de plenitud de vida para esta vida y para la eternidad. Pero poca esperanza le queda a esta sociedad si también los cristianos damos por buena la sociedad, poca esperanza si la sal (nosotros) pierde su sabor.

Hemos sido salvados por Dios para ser cada uno de nosotros “sin mancha” (Ef.1,4) y para ser juntos una iglesia sin mancha (Ef.5,27). Para presentarnos sin mancha delante de su gloria (Judas 24). Para traer luz a este mundo de oscuridad.

 

Mi respuesta. Suplico al Espíritu Santo que me ilumine a mí, delante de la Palabra, con su luz poderosa, deslumbrante, para que yo pueda ver cada mancha en mi alma por pequeña que sea. Suplico al Espíritu santo que venza todas mis excusas para que pueda reconocer todas las fuentes de suciedad que permito que salpiquen mi alma y me de valor para cerrar esas puertas. Suplico al Espíritu Santo que me permita ver a Jesús como “la estrella resplandeciente de la mañana” (Apoc.22,16), el tesoro por el que gozosamente merece la pena venderlo todo a cambio (Mt.13,44). Espíritu Santo, muéstranos a Jesús en la hermosura de su gloria, “la hermosura del Dios nuestro” (Is.35,2b).



AMAR A LA MANERA DE JESÚS


Vivir “a lo cristiano” es vivir a la manera de Jesús, amando a la manera del amor de Jesús, amar costosamente, ministerialmente. A la manera, por ejemplo, de Albert Schweitzer (ver anexo al final del texto).


1. AMOR DE DIOS EN JESUCRISTO. Vidas como la de A. Schweitzer no se fundamentan en ideologías humanas. No las necesitan. Brotan del impacto del Evangelio de Jesucristo, resumido en esta expresión: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn.3,16). Esta declaración es mucho más que una receta para ir al cielo, es toda una comprensión del corazón amoroso de Dios y de la existencia cristiana, entendida en términos de apertura amorosa, que se expresa, al menos, en tres valores: universalidad, donación (apertura al otro) y acogida.

1.1. UNIVERSALIDAD. El amor divino es de carácter expansivo, para toda la humanidad sin excepción. Repetidamente leemos en el texto bíblico: “Dios no hace acepción de personas” (Hechos 10,34; Romanos 2,11; Gálatas 2,6; Efesios 6,9; Colosenses 3,25).

1.2. DONACIÓN. El amor divino se manifiesta como donación sacrificial, salida de sí mismo para ofrecerse costosa y gratuitamente en la Cruz de Jesús.

1.3. ACOGIDA. El amor divino tiene carácter universal, ilimitado, sin acepción de personas, siempre sacrificial y, por tanto, no rechaza a nadie. Denuncia el mal pero se resiste a desesperar de nadie, a descalificar a nadie como “un caso perdido” (Ez.18: 23, 32).

 

2. AMOR CRISTIANO EN JESUCRISTO. La vida cristiana es la vida de Cristo; vivir “a lo cristiano” es vivir a la manera del carácter de Cristo, vidas des-centradas, en donación, en apertura costosa a nuestros semejantes, guiados por Jesús y sus proyectos concretos para cada uno de nosotros. Capacitados por la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas.

A la luz de Jn.3,16 podemos decir que amar a la manera de Jesús es amar sin negar el amor a nadie, cualquiera sea su condición, color de piel, o nacionalidad (universalidad): “Nuestra patria es el mundo, nuestros conciudadanos toda la humanidad” (W. Garrison, s. XIX). Amar a la manera de Jesús es amar costosamente, no porque “me viene de paso” sino renunciando a la propia agenda (donación). Amar a la manera de Jesús es amar sin desesperar, pacientemente (acogida).

¡Cuánto nos cuesta amarnos/cuidarnos un poco menos a nosotros mismos y amar/cuidar un poco más a los demás! Quizás por eso nos gusta complicarlo todo. Durante siglos los estudiosos de la Biblia discuten las implicaciones de la “kénosis” (vaciamiento) de Jesús (Filip.2,5-8): cuántos, cuánto y por cuánto tiempo perdió Jesús algunos de sus atributos divinos al asumir la naturaleza humana. Pero olvidamos a menudo la enseñanza más evidente: la negación de uno mismo en favor de los otros.

En su discurso de aceptación del premio Nobel de la Paz (1979), la madre Teresa de Calcuta dijo: “El amor para ser verdadero tiene que doler. (…) Amar hasta que duela[1]. Su modelo era el amor de Dios; por eso comenzó su discurso citando Jn.3,16. “Porque me dueles te amo” (Carlos Díaz). Dicho en otras palabras: amar a la manera de Jesús no tiene como meta la satisfacción personal; es, al contrario, un ejercicio de donación servicial: amar como ministerio.

Para amar así no hay necesidad de ir a Lambarene o a Calcuta: “Hay Calcutas por todas partes si tienes ojos para verlas. Encuentra tu Calcuta”[2]. Tu Lambarene, tu Calcuta puede ser tu padre, tu madre, que son ancianos y frágiles. Puede ser tu hijo, rebelde, sufriendo y haciendo sufrir por su rebeldía. Tantas realidades exigentes, porque nos exigen esfuerzo y renuncia. Si puedes vivirlas como ministerio, de la mano de Jesús, con la fortaleza del Espíritu, estarás amando como Jesús.

Para amar así no hay necesidad de ir a Lambarene o a Calcuta. Pero quizás tú sí debes ir a Lambarene, o Calcuta, o Nepal, o las favelas de Sao Paulo. Guiado por Jesús y sus proyectos concretos para ti. Guiada por Jesús y sus proyectos concretos para ti. Ir … pero no como un privilegiado, como un señorito, como un rico entre los pobres sino “abrazando la pobreza para poder comprender a los pobres”[3].

 

Mi respuesta. Nada de todo lo dicho hasta aquí tiene que ver con el compromiso sino con el entusiasmo (“si quieres que te ayuden a construir un barco no les enseñes los planos, llévales a ver el mar); no entusiasmo con los necesitados sino entusiasmo con Jesús. Es la vivencia agraciada de ser amados por Él la que modela nuestra vida para amar como Él nos ama.


ANEXO

ALBERT SCHWEITZER[4]

Inicios

Albert Schweitzer nació en 1875 en Kaysersberg, en la región de Alsacia y Lorena que entonces era parte del Imperio alemán, hoy Francia. Además del problema fronterizo, de las dos nacionalidades que tuvo y de los dos idiomas que utilizó, un hecho curioso que lo impresionó de niño es que en su pueblo la mayoría católica compartía la iglesia con los protestantes luteranos, a los que él pertenecía. Schweitzer creció en el seno de una familia que por generaciones valoró mucho la educación, la música y la religión. En 1899 obtuvo en la Universidad de Estrasburgo un doctorado en Filosofía con las mejores calificaciones, y luego otro en Teología con una tesis que versó en la vida y las convicciones de Jesucristo.

 

Teólogo y músico

Como joven teólogo protestante Schweitzer se volvió un experto en el Nuevo Testamento, lo que le dio gran reputación. La visión del mundo de Schweitzer se basaba en la veneración por la vida. Percibía una decadencia en la civilización occidental, debido a un paulatino abandono de las raíces éticas y la afirmación de la vida. Valoraba como principio más alto el respeto a la vida. Por eso, algunos compararon su filosofía con la de San Francisco de Asís. Schweitzer fue muy respetado por poner en práctica estas teorías en su propia vida.

Desde niño, disfrutó la música y así se convirtió en un organista famoso. Se interesó especialmente por la música de Bach. Inclusive aprendió a construir órganos, lo que hacía muy bien. Su música fue grabada y está disponible. Años después, al partir a África, llevó un piano a pedal preparado para que sirviera en el trópico, el cual usó hasta antes de morir.

 

Medicina

En 1905 tomó la decisión de trabajar en África, pero no como pastor sino como misionero médico. Para ello tenía que ser médico, así que volvió a la universidad para empezar a estudiar Medicina. Tuvo que escuchar las protestas de amigos, familiares y colegas. Entonces ya tenía 30 años. Con mucho esfuerzo y dedicación logró graduarse de médico en 1911. Su tesis trató sobre el estudio psiquiátrico de Jesús. En 1912 se casó con Helene Bresslau, hija de un germanista alemán judío.

 

Su primer viaje al África

En 1913, ya como médico, viajó con su esposa a una colonia francesa en África Ecuatorial (hoy Gabón), específicamente al pueblo de Lambaréné, donde fundó un pequeño hospital para la población nativa. Durante los primeros 9 meses, él y su esposa atendieron a unos 2000 pacientes; algunos habían viajado días y cientos de kilómetros hasta el hospital. Su esposa, Helene, era anestesista y lo ayudó mucho. Tenían que atender enfermedades tropicales y parasitarias, lepra, cirugías, algunas de emergencia, además de tener que resolver problemas de fetichismo, temores y hasta canibalismo, entre otros. Un tiempo después hicieron el primer hospital con ambientes de examen, de cirugía, de espera, un dispensario y un cuarto para esterilizar materiales. Schweitzer era allí médico-cirujano, pastor de la congregación, administrador de la villa, supervisor de las construcciones, escritor de libros educativos, músico y anfitrión de visitantes. En la Primera Guerra Mundial, por ser él y su esposa alemanes, fueron capturados, pero por presión popular se les permitió seguir trabajando.

 

1918 y el regreso a Europa

Al inicio de 1918 fueron trasladados a Francia y a mediados de año retornaron libres y como ciudadanos franceses a Alsacia, poco antes de que su esposa diera a luz a su única hija. Por motivos de salud de ambos pasaron algunos años en Europa. Trabajó como médico asistente y con el pastor en Estrasburgo, y daba recitales de órgano, lo que le permitió pagar sus deudas y juntar fondos para la misión en África.

 

De vuelta en África en 1924

En 1924 volvió a Lambaréné, sin su esposa que, por motivos de salud, permaneció en Europa. Allí estuvo, salvo por algunas pausas cortas, hasta el final de su vida. Tuvo a nuevos asistentes y enfermeras y contó con sustancias como el salvarsán para las úlceras por sífilis. Construyeron un nuevo hospital más grande y funcional. Viajó muchas veces a Europa para dar conferencias en instituciones educativas, y cada vez fue ganando más reconocimiento internacional. De 1939 a 1948 y debido a la II Guerra Mundial, permaneció en Lambaréné, sin poder viajar a Europa. Recién en 1948 pudo hacerlo, para seguir divulgando los logros y necesidades en África.

 

Reconocimientos y legado

Escribió muchas obras de valioso contenido filosófico y humanista. En 1952 obtuvo el Premio Nobel de la Paz. [Prize motivation: “for his altruism, reverence for life, and tireless humanitarian work which has helped making the idea of brotherhood between men and nations a living one”. Albert Schweitzer received his Nobel Prize one year later, in 1953.] Los fondos los destinó al leprosorio de Lambaréné. Se opuso a las pruebas nucleares junto con Albert Einstein, Otto Hahn y Bertrand Russell. En 1928 recibió en Frankfurt el Premio Goethe, en 1948 la Legión de Honor y en 1955 la Orden del Mérito de la Reina Isabel II, además de doctorados honorarios de muchas universidades. En 1940 se creó el Albert Schweitzer Fellowship (ASF) que, actualmente apoya a unos 250 graduados de Medicina y ciencias de la salud a desarrollar vidas de servicio. Esta red tiene más de 2000 miembros y cada año sirve a más de 150 por 3 meses en Lambaréné, como parte de su último año de estudios médicos.

Albert Schweitzer falleció un 4 de septiembre de 1965 y fue enterrado en Lambaréné.

 



[1] AAVV.: Construir la paz. Los discursos de las mujeres Premio Nobel de la Paz. Altamarea Ediciones, 2023. Pg. 83.

[2] Shane Claiborne: Irresistible Revolution. Grand rapids, MI.: Zondervan, 2006. Pg. 89.

[3] AAVV.: Construir la paz. Los discursos de las mujeres Premio Nobel de la Paz. Altamarea Ediciones, 2023. Pg. 81.

[4] Cfr. https://www.galenusrevista.com/?Albert-Schweitzer Consultado 23 Febrero 2024.