miércoles, 30 de noviembre de 2011

LOS HUNOS, LOS HOTROS, LOS NUESTROS

Qué difícil sustraerse a la contienda entre los “hunos” y los “otros”, como llamaba Unamuno a los polos políticos enfrentados. Felizmente hoy la pugna no tiene carácter bélico sino electoral de modo que el tono es mucho más moderado. Pero la presión para que nos posicionemos a favor de estos o aquellos no es menos intensa.

Cada cristiano debe decidir su grado de cercanía o identificación con los diferentes partidos democráticos en plena libertad de conciencia delante del Señor. Más prudencia debemos ejercer, me parece a mí, cuando se trata de nuestra dimensión comunitaria: iglesias locales, entidades, asociaciones, colectivos, etc. No hay ideología política que pueda identificarse ni de lejos con el reino de Dios; por este motivo deberíamos ser cuidadosos a la hora de concretar nuestra participación pública: la selección de los temas sobre los que nos pronunciamos o manifestamos, aún más con aquellos en los que callamos, o los tiempos elegidos para hacerlo o dejarlo de hacer. Cualquier iniciativa es susceptible de ser malinterpretada o manipulada por hunos u hotros de modo que nuestros criterios de acción tendrán que anclarse sólidamente en los valores y prioridades del Reino.

Cuando el apóstol Pablo nos exhorta a hacer “rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, …” (1ªTim.2,1-2) nos provee entre otras cosas de un recurso eficaz de “higiene mental” en este asunto. Difícil orar a favor de las autoridades si nuestro anhelo es verles caer a toda costa para que sean reemplazados por los “nuestros”. Difícil conjugar al mismo tiempo el respeto por unas autoridades democráticas y la intercesión a favor de su buena gestión pública, con un íntimo deseo de “cuanto peor, mejor”. La exhortación del apóstol puede ayudarnos a dar un prudente “paso atrás” en nuestra condición de simpatizantes de unos u otros, a la luz de las expectativas del reino de Dios. Como sucede con los erizos ateridos de frío, una cercanía excesiva sólo puede llevarnos a recibir punzadas de los hunos por excesiva complicidad pero también de los hotros, que nos percibirán como aliados de sus contrincantes.

Cada cristiano debe encontrar su lugar en el ámbito de la vida pública y política según el llamado personal de su Señor. Sin embargo, como pueblo de Dios me parece que deberíamos mantenernos respetuosamente distantes de los poderes democráticos y centrarnos en la proclamación y encarnación del reino de Dios, del que unos ni otros apenas pueden entender nada. Respeto hacia todos, de cualquier signo, pero “afinidades” con nadie; al fin y al cabo la autoridad humana sólo es delegada y es sólo a Cristo a quien reconocemos autoridad absoluta y lealtad incondicional. (¿No podría alguien difundir entre nosotros las obras del filósofo y teólogo protestante francés Jacques Ellul, inspirador de buena parte de los movimientos alternativos en Europa? Atentos a la próxima aparición de una biografía de J. Ellul escrita por Samuel Escobar para la Fundación Emmanuel Mounier). En mi opinión, con ese criterio de “respeto distante” podremos proclamar de manera más nítida, sin filias o fobias humanas, el anuncio del reino de Dios y de salvación en Cristo entre todos nuestros semejantes.       
Emmanuel Buch
Noviembre 2011
Publicado en Actualidad Evangélica