miércoles, 30 de noviembre de 2011

UNA (SOLA) VOCACIÓN: CRISTO

Recuerdo una entrevista en TVE a la Madre Teresa de Calcuta hace (muchos) años. El periodista preguntó a la religiosa católica por la razón de su vocación hacia los más pobres. Para su sorpresa, ella respondió: “Mi vocación no son los pobres; mi vocación es Cristo y Él me ha dirigido a los pobres.” Podría parecer una cuestión de matiz pero es en realidad un asunto esencial que orientará el ministerio cristiano en una u otra dirección y le dará, o privará, de la solidez necesaria para que sea permanente en el tiempo.

¿A quién servimos en primera instancia? ¿A la Iglesia? ¿A los hombres? Un ministerio inspirado por la compasión y el compromiso hacia los semejantes es admirable pero desfallecerá. La evidencia de la frágil condición humana, las decepciones y desengaños, el esfuerzo aparentemente estéril, …. van sembrando semillas lamentables que germinan en desaliento, cinismo, amargura o resentimiento. Y así, por causas de los inevitables reveses, algunas almas bellas devienen corazones duros.

“Téngannos los hombres por servidores de Cristo” (1ª Cor.4,1). Este es el enfoque preciso: servimos a Cristo. Servimos a Cristo por amor, correspondiendo en amor al amor con que primero nos amó Él y nos sigue amando a diario. Y, en su nombre, por amor servimos a aquellos a quienes Él nos dirige. “No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros mismos como vuestros siervos por amor de Jesús.” (2ªCor.4,5)

En este orden podremos servir a la Iglesia y los hombres más allá del desencanto, porque no dependeremos de su aplauso o su crítica; sólo de la aprobación del Señor.

En este orden podremos servir a la Iglesia y los hombres alegremente; a veces pueden defraudar las personas pero nunca el Señor.

En este orden podremos resistir las presiones humanas; en otras palabras, podremos servir a todos sin sujetarnos a nadie, sólo sujetos en conciencia a Jesús, nuestro único Señor.

Emmanuel Buch Camí,
Marzo 2011
Publicado en Actualidad Evangélica