A Manuel López
Rodríguez,
IN MEMORIAM
A Ani Ruiz,
y al Pacto de
Convivencia
Apareció su nombre en medio
de una charla de “veteranos”: el recuerdo de una iniciativa que el paso de los
años, por décadas, dejó en el desván de las pequeñas cosas olvidadas. Pero
alguien más joven, presente en la conversación, insistió en que era necesario
contarlo: “fuisteis pioneros”. Nadie entonces tuvo conciencia de protagonizar
nada relevante, fue más bien una exigencia del alma que no podía soportar con
pasividad el horror de la violencia terrorista de ETA en aquellos años. Lo sé
porque yo fui uno más en aquel grupo de hombres y mujeres, cristianos
evangélicos, que decidieron movilizarse contra el terror, por la paz, y
quisieron hacerlo en el nombre de Jesús. Lo llamamos INICIATIVA EVANGÉLICA.
Los
años 90 estuvieron marcados por el espanto de los atentados de ETA en el País
Vasco pero también con frecuencia en Madrid. En aquel contexto y en esa ciudad
tuvo lugar el 27 de Noviembre de 1996 una primera cita de varias personas con
la inquietud de hacer algo al respecto desde el ámbito de los cristianos
evangélicos porque “nadie lo está haciendo”, se dijo. Poco después, el 5 de
Diciembre del mismo año, se elaboró un documento base que enfatizaba el
concepto de Misión integral y sus implicaciones en términos de compromiso y
presencia social. Aquel documento reconocía la labor asistencial de distintas
entidades evangélicas pero su mira estaba puesta en una participación pública
diferente, considerando iniciativas como las manifestaciones o las huelgas de
hambre tanto como la oración y el ayuno. INICIATIVA EVANGÉLICA invitaba a sus
convocatorias a cristianos evangélicos, creyentes de otras confesiones y
personas de buena voluntad, sin más pretensión de representatividad que la de
los propios asistentes, a título personal.
El
martes 17 de Diciembre de 1996, cuando se cumplía el undécimo mes de secuestro
por ETA de José Antonio Ortega Lara, un grupo de hombres y mujeres miembros de
iglesias evangélicas se reunían en la iglesia de c/ General Lacy, 18 de Madrid,
convocados por INICIATIVA EVANGÉLICA, para orar por la liberación de Ortega
Lara así como por Cosme Delclaux, también secuestrado por ETA, y por el cese de
la violencia en el País Vasco. El momento más estremecedor del encuentro fue el
testimonio de los padres del joven Fernando Carrillo, cristiano evangélico,
asesinado por ETA cuando cumplía su servicio militar en Madrid como conductor
de un vehículo oficial. Al terminar la reunión, los presentes firmaron sendas
cartas de apoyo que se enviaron a las familias de los secuestrados.
De
aquel encuentro, convocado apenas por el rudimentario procedimiento del boca a
boca, surgió el compromiso de mantener encuentros de intercesión, cada último
martes de mes: “por el cese de la violencia, la liberación de los secuestrados,
el consuelo de Dios a las familias de las víctimas y la conversión de los
corazones de los violentos”. Y así se hizo durante ocho meses, hasta la libertad
de Ortega Lara y Cosme Delclaux.
De
aquel primer encuentro surgió además el acuerdo de una iniciativa novedosa y
pública: en caso de producirse un atentado en Madrid, sin más posibilidad de convocatoria
que la memoria de cada cual y alguna llamada telefónica, tendría lugar un
encuentro a las 20 h. del mismo día, en el lugar del atentado, con todos los
asistentes orando arrodillados en la calle, portando Biblias en la mano, haciendo
llegar a su finalización una carta de condolencia a la familia. Lamentablemente,
bien pronto tuvo lugar el primer acto de tales características, el 8 de Enero
de 1997 en la calle Sirio, tras el asesinato del teniente coronel Jesús Cuesta y,
poco después, el 11 de Febrero del mismo año en la calle Menorca, por el
asesinato de Rafael Martínez, magistrado del Tribunal Supremo, con el único
sobresalto provocado por un grupo de ultraderecha que irrumpió en la calle al
grito de “paz … eterna; pena de muerte a los etarras”. Por cierto, tal como se
advirtió desde el inicio, si algún etarra moría en un acto violento, también se
celebraría un encuentro de oración similar, porque las convocatorias de
INICIATIVA EVANGÉLICA “no son encuentros anti-etarras sino de oración e
intercesión por la paz en Euskadi y en toda España”. En caso de atentados fuera
de Madrid, las concentraciones tendrían lugar en la Puerta del Sol, un día
después, a las 19 h., portando una pancarta de grandes dimensiones donde se
podía leer: “bienaventurados los que trabajan por la paz”.
26 Junio 1998
Los medios de comunicación
evangélicos pronto se hicieron eco favorable de aquellas iniciativas. Y pronto
también llegaron noticia del estímulo que supuso INICIATIVA EVANGÉLICA para
otros evangélicos en Vitoria, Barcelona, Elche (Alicante) o Almería.
El
2 de Julio de 1997 José Antonio Ortega Lara y Cosme Delclaux recuperaron la
libertad y desde INICIATIVA EVANGELICA
se enviaron sendas cartas de enhorabuena a sus familias en las que se
podía leer: “…. Hoy participamos de su alegría y les invitamos a unirnos a
nosotros para, juntos, dar gracias a Dios Quien lo ha hecho posible. Sólo Él
puede ayudarnos en todos los tiempos de crisis y por Su amor desea acompañarnos
todos los días de nuestras vidas. Ustedes y nosotros le necesitamos para vivir
y nuestras oraciones ahora son para que todas sus vidas puedan ser guiadas por
Dios en todo.”
Han pasado muchos años de aquellos días oscuros de
muerte y terror. La sociedad tardó en reaccionar como tal y, en mi opinión, el
colectivo evangélico como tal aún más. Pesaba la opresión sufrida, la falta de
oportunidades para hacerse presentes públicamente. Todo eso ha quedado atrás. Los
dramas sociales del presente son otros: cambio climático, refugiados, … También
la respuesta social es otra, más dinámica, mejor organizada, con más recursos
de todo tipo. No sabría decir qué papel están jugando los cristianos
evangélicos en este tiempo frente a esos desafíos. Tengo la impresión de que existe
una cierta tendencia al bostezo hacia el entorno y un apego grande por retorno
… sobre lo propio, que es siempre ocasión para el oprobio a la luz del
Evangelio del Crucificado que se dio del todo y se dio por todos. Pero me
consta de no pocos cristianos, hombres y mujeres, jóvenes y mayores, cada vez
en mayor número, para quienes se hace insoportable el bostezo, la pasividad, el
olvido de sus semejantes. Y en el nombre de Jesús, como única y suficiente
bandera, se han puesto en pie. De la mayoría ignoro sus nombres y no conozco
sus rostros; prefieren el anonimato, les basta que con sus vidas se haga
visible el reino de Dios. Estos hacedores de paz, estos bienaventurados hijos
de Dios (Mt.5,9), inspiran mi vida y bendicen al mundo. Adelante. Siempre
adelante.