sábado, 13 de enero de 2024

ORACIÓN DE ESCUCHA


1. Reivindicación del silencio cristocéntrico

“En otros tiempos, los occidentales apreciaban la profundidad y los sabores del silencio. Lo consideraban como la condición del recogimiento, de la escucha de uno mismo, de la meditación, de la plegaria, de la fantasía, de la creación; sobre todo, como el lugar interior del que surge la palabra. (…) Hoy en día, es difícil que se guarde silencio, y ello impide oír la palabra interior que calma y apacigua. La sociedad nos conmina a someternos al ruido para formar así parte del todo, en lugar de mantenernos a la escucha de nosotros mismos. De este modo, se altera la estructura misma del individuo.”[1]

El filósofo Byung-Chul Han reivindica el reposo contemplativo, la inactividad contemplativa, como “una forma de esplendor de la existencia humana”[2] frente a una vida percibida únicamente en términos de trabajo y productividad, en la que aún el “tiempo libre” es sólo un factor vinculado a la producción, descanso necesario para seguir produciendo, bien distinto al reposo creativo y relacional del Sabbat.

El silencio no es cualquier cosa. En palabras de Francesc Torralba: “El silencio no es la ausencia de lenguaje, sino otro tipo de lenguaje. Lo que los demás ignoran y ni siquiera imaginan en el silencio aflora. El silencio es un ácido cáustico que revela nuestras carencias y debilidades, por eso no lo aguantamos, aunque la persona trabajada en lo espiritual lo busca y convive con él. El silencio es una escuela, un aprendizaje: uno tiene que aprender a tolerarlo, a amarlo.”[3]

Ceñidos al ámbito religioso y espiritual, es evidente que no todos los silencios son iguales porque no todas las espiritualidades son iguales.  La meditación cristiana, a la que representamos, tiene características propias, diferentes a las llamadas espiritualidades postmodernas, puesto que su objetivo es introducir al cristiano en una intimidad vivida con el Dios de Jesucristo. Este es el aspecto que nos interesa: “el silencio como sensibilidad para la presencia de Dios y como reposo integral en Dios.”[4]

La Biblia alienta la práctica del silencio de manera expresa en diversas ocasiones y contextos, ya desde el Antiguo Testamento: “Guarda silencio ante Jehová, y espera en él” (Sal.37,7); “Porque así dijo Jehová el Señor, el Santo de Israel: en descanso y en reposo seréis salvos; en quietud [silencio] y en confianza será vuestra fortaleza.” (Is.30,15); “Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová” (Lam.3,26). Es cierto que las páginas del Antiguo Testamento presentan una prevalencia de la palabra; Dios habla, se da a conocer (“dijo Dios”). Pero a la vez el silencio aparece como “hermano de la escucha” (“Shema”, Deut.6,4ss). Y esa llamada a la escucha obediente a Dios está presente en la biografía de muchos personajes veterotestamentarios: Samuel (1ºSam.3), Salomón (1ºR.3), Elías (1ºR.18-19), Isaías (siervo sufriente, cap.53).

A menudo el silencio aparece referido en los Salmos incluso a Dios mismo como un paradójico silencio ante el dolor del inocente (83,1), del mismo modo que en Job, pero también encontramos el silencio en su valor positivo, por ejemplo, como una alabanza silenciosa del cosmos (19). Y, por supuesto, es fundamental la referencia al descanso sabático que, entre otras funciones, se ofrece al ser humano como un momento privilegiado del silencio.

En el Nuevo Testamento la oración aparece a menudo relacionada con el silencio, en una huida de la palabrería, buscando la auténtica densidad de cada palabra (Mt.6,5ss). El ejemplo de Jesús es definitivo: cuando inició su ministerio pasó cuarenta días en silencio, retirado en el desierto (Mt.4), antes de escoger a sus discípulos pasó toda la noche retirado en silencio (Lc.6,12), se fue a un lugar retirado al conocer la muerte de Juan el Bautista (Mt.14,13), hizo lo mismo después de alimentar a la multitud (Mt.14,23) o después de una jornada de trabajo (Mr.1,35). Habitualmente, Jesús: “se apartaba a lugares desiertos, y oraba” (Lc.5,16). En “silencio” realiza Jesús su ministerio (“secreto mesiánico”, Mr.3,12), e incluso en Jesús hallamos de nuevo el estupor ante el silencio del Padre, en el Calvario (Mt.27,46).

El silencio cristiano no es un silencio entendido como pérdida de identidad, como negación de la dimensión personal, como pérdida de conciencia, porque, bien al contrario, su propósito es la unificación amorosa con Jesucristo.  Toda experiencia de escucha y encuentro con Dios en el silencio, si es genuinamente cristiana desemboca en transformación personal en semejanza de Jesús y en compromiso de amor con el semejante a imagen de Jesús.


2. Oración contemplativa - Oración de escucha

Esta clase de oración “es obviamente más una experiencia del corazón que de la cabeza. (…) [pero se trata de una realidad más profunda que meras emociones] Al usar el lenguaje de los sentimientos, los contemplativos se refieren a una percepción de Dios experimentada profundamente: una clase de voz interior”[5]

Richard Foster señala tres pasos básicos en la oración contemplativa[6]. Así como hablamos de RCP en medicina (Reanimación Cardio Pulmonar), podemos en este contexto hablar de RCE (Recogimiento, Contemplación, Escucha).

1. RECOGIMIENTO (estar presentes en el lugar donde estamos). “El recogimiento incluye recogernos hasta que estemos unificados o completos. La idea es hacer salir todas las distracciones que compiten dentro de nosotros hasta que lleguemos a estar verdaderamente presentes donde estamos [a lo que estamos].

“En Dios solamente está acallada mi alma” (Sal.62,1).  “Si quieres oír en ti la palabra paterna, misteriosa y confidencial, que se te dice en un secreto susurro en lo más íntimo del alma, es preciso que en ti y a tu alrededor se haya calmado toda tormenta: que seas una oveja dulce, tranquila, sumisa; que pierdas tus furores y escuches con tranquila dulzura esta voz amable.”[7]

En ocasiones, anclar nuestra mente a una frase o un pasaje breve de la Biblia ayuda al recogimiento.”[8] Se trata, pues, de poner toda la atención en Dios. Para ello es importante encontrar una postura corporal que facilite esa actitud, así como dejar marchar todas los pensamientos y otras distracciones que nos impiden “estar verdaderamente presentes donde estamos”.

A menudo, el primer fruto de esta actitud de recogimiento es un espíritu de arrepentimiento y confesión. El Espíritu Santo nos hace conscientes de miserias y pecados en una manera que las excusas o las autojustificaciones se hacen superfluas y somos llevados a un sentir de confesión primero y de gozoso perdón después. En realidad, el verdadero silencio y la verdadera escucha de Dios son imposibles sin este tiempo inicial.

2. CONTEMPLAR (DENTRO) AL SEÑOR. Dicho en términos habituales de los primeros cuáqueros: “vueltos internamente al Señor”[9]. “Contemplar al Señor habla de una mirada del corazón constante y hacia adentro, enfocada hacia Dios, el centro divino. Nos complacemos en la calidez de la presencia de Dios. Nos sumergimos en el amor y el cuidado de Dios.”[10] Estas indicaciones pueden parecer sospechosas de esoterismo a oídos poco acostumbrados pero lo cierto es que venimos cantando de esta práctica desde hace décadas: “No busques Cristo en lo alto, ni tampoco en la oscuridad; muy dentro de ti, en tu corazón, puedes alabar a tu Señor” (Luis Alfredo Díaz). En otras palabras: “… acercarse a Dios, que sólo puede ser hallado en lo profundo del interior, en el centro de nosotros mismos que es el Sancta Sanctorum donde Él habita.”[11]

3. ESCUCHA DE DIOS (prestar atención hacia adentro). Estamos propiamente ahora en la oración de escucha. El recogimiento y la contemplación hacen posible que “mi casa está siendo acallada”, en palabras de San Juan de la Cruz, para discernir la voz de Dios. Esa voz se distingue por varios factores[12].

El primero es la “calidad” es esa voz: “La calidad de la voz de Dios es más un asunto del peso o impacto que una impresión sobre nuestra conciencia. Cierta fuerza calma y tranquila con la cual las comunicaciones de Dios impactan nuestras almas nos inclina hacia la aceptación e incluso hacia la conformidad activa.”[13]

El segundo es el “espíritu” de la voz de Dios. “Es un espíritu de paz y confianza exaltada, de gozo, de sensatez y de buena voluntad. (…) En pocas palabras, es ‘el espíritu de Jesús’, y con esa frase me refiero al tono y a la dinámica interna en general de su personalidad como un todo.”[14] (Cfr. Stg.3,17).

El tercero es el contenido de la voz de Dios: “el contenido de una palabra que es verdaderamente de Dios siempre estará de acuerdo y será consecuente con las verdades sobre la naturaleza y el Reino de Dios que son claras en la Biblia.”[15]

Desde luego, es posible confundir la voz de Dios con nuestra propia voz, o la del Enemigo. Pero como toda relación personal, también la relación con Dios y la escucha de su voz deben cultivarse con el tiempo y la práctica.

 Madrid, 19 Noviembre 2023



[1] Alain Corbin: Historia del silencio. Del Renacimiento a nuestros días. Barcelona: Acantilado, 2019. Pgs. 7-8.

[2] Byung-Chul Han: Vida contemplativa. Barcelona: Taurus, 2023. Pg. 12.

[4] Anselm Grün: Elogio del silencio. Santander: Editorial Sal Terrae, 2004. Pg. 54.

[5] Richard Foster: La oración. Miami: Editorial Caribe, 1994. Pg. 198.

[6] Cfr. Richard Foster: Santuario del alma. El Paso, TX.: Editorial Mundo Hispano, 2012. Pgs. 49-73. A menudo, Foster (o el traductor) habla de meditación cuando es más exacto hablar de contemplación, para diferenciar esta práctica de la reflexión bíblica.

[7] Johannes Tauler: Sermones. Salamanca: Ediciones Sígueme, 2010. Pg. 111. Tauler, dominico renano del siglo XIV, que tuvo gran influencia en Lutero.

[8] Richard Foster: Santuario del alma. El Paso, TX.: Editorial Mundo Hispano, 2012. Pg. 52.

[9] Robert Barclay: Esperando en el Señor. La Biblioteca de los Amigos: www.bibliotecadelosamigos.org. Pg. 38.

[10] Richard Foster: Santuario del alma. El Paso, TX.: Editorial Mundo Hispano, 2012. Pg. 59.

[11] Madame Guyón: El modo breve y muy sencillo de orar … Madrid: Marronyazul, 2021. Pg. 28.

[12] Cfr. Dallas Willard: Escuchar a Dios. Buenos Aires: Editorial Peniel, 2016. Pgs. 260-266.

[13] Dallas Willard: Escuchar a Dios. Buenos Aires: Editorial Peniel, 2016. Pg. 262.

[14] Dallas Willard: Escuchar a Dios. Buenos Aires: Editorial Peniel, 2016. Pg. 264.

[15] Dallas Willard: Escuchar a Dios. Buenos Aires: Editorial Peniel, 2016. Pg. 266.

ESPIRITUALIDAD DE ESPIRITUALIDADES, ¿TODO ES ESPIRITUALIDAD?

INTRODUCCIÓN

Espiritualidad de espiritualidades, ¿todo es espiritualidad? Así pareciera porque muchas personas dicen vivir la espiritualidad en los aspectos más recónditos de la existencia humana, de modo que se habla por ejemplo de la espiritualidad del aficionado al fútbol, como se habla cada vez más de sexualidad tántrica como forma de espiritualidad o incluso de “ateísmo espiritual”. Nos hallamos claramente ante el modelado de la espiritualidad a manos de la ya “vieja” Postmodernidad.


1. LAS ESPIRITUALIDADES POSTMODERNAS

Son bien conocidos de todos los rasgos básicos del pensamiento postmoderno que, en esencia, podría identificarse como “la incredulidad con respecto a los metarrelatos”[1] Un poco más en extenso, podemos dibujar el perfil del pensamiento postmoderno en los siguientes términos[2]:

  1. Relativismo. “Pensamiento débil” (Gianni Vattimo) y “convencimiento débil” (Rubert de Ventós).
  2. Crepúsculo del deber y del sacrificio, con rechazo consecuente de toda noción de culpa y aún de responsabilidad personal ante nada y ante nadie. “Las gentes ya no queremos obrar porque así lo exigen deberes incondicionados, sino porque nos apetece hacerlo en un sentido u otro” (G. Lipovetsky)
  3. “Ética de náufragos” (J.A. Marina), un “sálvese quien pueda” para tiempos de crisis.
  4. Individualismo. “El individualismo es el código genético de la democracia moderna” (G. Lipovetsky), un individualismo “responsable”, por no llamarlo egoísta, que defenderá los derechos de los demás para mejorar los propios.

En ese contexto postmoderno, alérgico a los macrorrelatos, no hay lugar para la religión, que es el macrorrelato por excelencia, sustituida por las llamadas “religiones de reemplazo”, “religiones de plástico”, “religiones de supermercado”, “el retorno de los brujos” (Louis Pauwels y Jacques Bergier). Se trata a menudo de religiones y espiritualidades “transpersonalistas”, en las cuales no existe Dios o existe de forma no-personal, y que alientan la disolución de toda identidad personal, en el absoluto impersonal del nirvana, la “evaporación nirvanática de la existencia”[3]

Un perfil básico de estas espiritualidades ofrece las siguientes características[4]:

1.       Del monoteísmo al politeísmo y, por tanto, sincretismo: “hágaselo usted mismo”. Una especie de “religión a la carta”: “El concepto se explica solo: concibe los asuntos del alma como algo personalizable. En un mundo individualista, de consumismo avanzado, los fieles se comportan como clientes y meten en su carrito solo los elementos que les interesan. ‘Ahí está el inicio de la espiritualización social’, señala González-Anleo. ‘Cada vez menos productos del pack religioso entran en el carrito del consumidor espiritual y cada vez van entrando más que no estaban en el credo institucionalizado’.”[5] Bien puede hablarse en este sentido de poligamia espiritual.

  1. Menosprecio de la dimensión comunitaria y, por tanto, renuncia a cualquier forma de compromiso solidario con el semejante.
  1. Narcisismo. Búsqueda del “bienestar” privado y, por tanto, búsqueda de lo “inmanente placentero” junto al rechazo de cualquier forma de culpabilidad.

Dicho de forma aún más resumida, no pocas espiritualidades contemporáneas se orientan a la búsqueda de una creencia que[6]:

  1. Me haga sentir bien.
  2. No me exija esfuerzo ni compromiso.
  3. No limite mi libertad personal (tampoco en valores y conducta moral).

Ilustremos esta concepción de las espiritualidades contemporáneas con un testimonio cercano:

Bailes, filtros, recetas, chistes, trucos de belleza… Entre el flujo de contenido constante, adrenalínico y chillón de TikTok se cuela un vídeo sencillo que habla de la rutina monástica. ASMR para el alma. ‘He venido a pasar unos días con una de mis mejores amigas, que es monja contemplativa, en un monasterio de un pequeño pueblito euscaldún’, dice una voz en off mientras las imágenes muestran escenas del convento renacentista de la Santísima Trinidad de Bergara, en Gipuzkoa. ‘He venido a coger un poco de calma y a vivir un poco slow, un concepto que ahora está muy de moda, pero que las monjas llevan haciendo toda su vida’. Isabel Sorribas Rivera suele colgar recetas en su canal de TikTok, pero hace unas semanas decidió compartir su experiencia en este convento. No era nada muy exótico: lecturas, paseos por el campo, dar de comer a las gallinas, cuidar el huerto y escuchar a las monjas cantar. Pero el vídeo, de alguna forma, conectó con la gente y se viralizó. ‘De repente, tenía un millón de visualizaciones en un día’, recuerda en un intercambio de audios. ‘Supongo que es porque todos nos podemos identificar con ese contenido, porque todos llevamos una vida muy rápida y necesitamos un parón’, reflexiona.

Sorribas es creadora de contenido, vive en el centro de Madrid y tiene 31 años. Es espiritual, pero no religiosa. Y su caso es cada vez más común. Según el informe de laicidad de la Fundación Ferrer i Guàrdia, presentado a finales del pasado marzo, las personas aconfesionales se acercan al 40% en España, y ese porcentaje se dispara hasta rondar el 60% al centrarse en los menores de 38 años. La tendencia es clara y se ha acelerado después de la pandemia. Dios no está de moda. Pero muchos de los ritos que envuelven su figura, sí. Se han reciclado, en un exitoso rebranding litúrgico que ha sobrepasado los muros de la Iglesia. (…)

Entre la repetición de salmos católicos, de mantras budistas o respiraciones mindfulness más diferencias formales que finales. ‘Se trata de valorar las cosas más pequeñas del día a día’, explica Sorribas, que además de creadora de contenido es teóloga. ‘En ellas hay quien encuentra a Dios. Yo no lo hago, pero me encuentro a mí misma, encuentro paz’.”[7]


2. LA ESPIRITUALIDAD CRISTIANA

La espiritualidad cristiana es profética, personalista y comunitaria. Y, por tanto, peculiar y distinta a otras en su propósito, en sus medios y en su marco[8].

  1. Distinta en su propósito. Frente al carácter introspectivo, hedonista y transpersonal de otras, el propósito de la espiritualidad cristiana es bien distinto: no busca un estado sino el cultivo de una relación personal con un Dios personal, el Dios de Jesucristo, bajo la guía del Espíritu Santo.
  2. Distinta en sus medios. En lugar de técnicas, ejercicios o mantras que permitan “vaciar la mente”, la oración cristiana es un trato despierto, activo, con Dios; una relación que se modela a la luz de la autorrevelación de Dios en la Biblia.
  3. Distinta en su marco. Lejos de “viajes transpersonales” de subida a las alturas del Cosmos o de bajada a las profundidades del ser interior, el cristiano tiene como referencia clarificadora la Escritura y como eje central a Jesucristo mismo.

También conviene destacar la peculiaridad de la espiritualidad cristiana por sus dimensiones morales y comunitarias[9]:

  1. Espiritualidad ética. Encontramos con cierta frecuencia en el libro del Génesis la expresión “caminar con Dios” para señalar la relación personal entre el individuo y Dios, así Enoc (Gén.5:22,24), Noé (Gén6,9), o Abrahm (17,1). Pero pronto se advierte que esta comunión personal requiere por parte del individuo un comportamiento moral agradable a Dios. Noé “era un hombre justo y honrado entre sus contemporáneos” (6,9 -BLPH). Y expresamente Dios lo reclama de Abraham: “anda delante de mí y sé íntegro” (17,1 -NVI). Toda la espiritualidad de Israel está impregnada de este carácter moral. El Pentateuco, los libros sapienciales y los profetas no harán sino desarrollar este mismo principio. Y otro tanto hallamos en el Nuevo Testamento: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; (…) El que me ama, mi palabra guardará” (Jn.14:21,23). “Esto está en un marcado contraste con las diferentes formas de meditación en muchas religiones del mundo. El énfasis bíblico está siempre en el cambio ético, la transformación del carácter, la obediencia a la Palabra del Señor.”[10]

Contraria a la espiritualidad cristiana es toda meditación que ignora al otro, que se agota en la autosatisfacción, una espiritualidad del yo egoísta, sin tú, sin nosotros, sin dimensión comunitaria, una meditación sin prójimo … “la meditación trascendental del propio ombligo” (Carlos Díaz)

  1. Espiritualidad comunitaria. La relación con Dios es personal pero la intención de Dios, en Jesucristo, es crear una familia, un edificio, un cuerpo, que se ofrezca ante el mundo como testimonio del reino de Dios y sus valores. El libro de los Hechos y todas las epístolas enseñan enfáticamente esta verdad.


3. DE LA BIBLIA A LA INTIMIDAD CON DIOS (Lectio divina)

La referencia primera y obligada de la espiritualidad cristiana es la Biblia. Sin ella, toda espiritualidad deviene mera subjetividad, cuerpo sin esqueleto que lo sostenga (von Balthasar). Pero no cualquier acercamiento a la Escritura alimenta la espiritualidad. No cabe la superficialidad ni basta la erudición. Es menester dar lugar a la intervención del Espíritu, para que la Escritura no sea mera suma de “cadáveres proposicionales” (E. Peterson). Es el Espíritu quien convierte el logos siempre objetivo, verdadero, de valor universal, en rhema, palabra dirigida por el Espíritu, de aplicación personal y concreta. Jesucristo, Palabra encarnada, nos llama a un “encuentro” con Él (E. Brunner) a través de la Palabra escrita, leída en el Espíritu. La verdadera meditación, por tanto, es «conocimiento que genera amor»[12]

Sería un error dramático considerar la meditación como un ejercicio meramente estético o autocomplaciente. “En la oración meditativa Dios siempre está dirigiéndose a nuestra voluntad. Cristo nos confronta y nos pide elegir. Habiendo escuchado su voz, tenemos que obedecer su Palabra. Es el llamado ético al arrepentimiento, al cambio, a la obediencia, lo que distingue más claramente a la meditación cristiana de su contraparte oriental y secular. En la oración meditativa no hay pérdida de identidad, no hay unión con la conciencia cósmica, ni ilusorios viajes astrales. Por el contrario, estamos llamados a una obediencia de vida transformadora, porque nos hemos encontrado con el Dios viviente de Abraham, Isaac y Jacob. Cristo está verdaderamente presente en medio nuestro para sanarnos, perdonarnos, cambiarnos y darnos su poder.”[13]

La Lectio divina ofrece un modo de acercamiento al texto sagrado que facilita su lectura como experiencia de diálogo personal con Dios. “No razonamos el texto sino únicamente lo usamos como medio para enfocar el espíritu, conscientes de que el ejercicio principal debe ser la presencia de Dios y de que el tema leído debe servir más bien para sujetar el espíritu que para ejercitarlo en el razonamiento.”[14] El primero en utilizar la expresión fue Orígenes (aprox. 185-254). El método más conocido de lectio divina es del monje cartujo Guigo II, del siglo XII con sus cuatro momentos de lectio, meditatio, oratio, contemplatio. Su objetivo: «entrar en íntima relación con Dios para crecer en ese conocimiento que es experiencia viva de amor».[15] No es sólo un ejercicio privado sino que debe practicarse desde una perspectiva comunitaria, para que la espiritualidad no se convierta en un castillo cerrado, alejado del resto de la comunidad cristiana y del resto de la humanidad.

Lectio. Nos preguntamos qué dice el texto. Para comprender la Palabra. Y poder descubrir lo que Jesús quiere enseñarnos a través del autor inspirado.

Meditatio. Nos preguntamos qué me/nos dice el Señor con su Palabra. Para actualizar la Palabra. Y poder interpretar la vida, conocer su sentido, mejorar nuestra misión y fortalecer la esperanza.

Oratio. Nos preguntamos qué quiero decirle al Señor después de haber escuchado su Palabra. Para dialogar la Palabra. Y poder dialogar con Dios y celebrar nuestra fe en familia o comunidad.

Contemplatio. Nos adentramos ahora en la oración contemplativa. Con este nombre, que es familiar a la tradición cristiana, se designa el momento en que la lectura de la Palabra de Dios y la reflexión sobre el misterio desembocan en la quietud admirativa, en el contacto, en la experiencia.”[16] Como cuenta Victor Hugo del obispo de Digne, personaje de Los miserables: “No estudiaba a Dios; dejaba que lo deslumbrase.”[17]

La contemplación supone disfrutar de la presencia de Dios, que nos da una nueva mirada de la realidad y nos permite encontrar Su presencia en los acontecimientos de la vida cotidiana. En esa disposición recogida y cautivada ante el Señor, cuando “mi casa está siendo acallada” (San Juan de la Cruz), se nos hace “fácil” escuchar al Señor. Esa “suave voz interior” nos guía si somos capaces de escuchar con humilde atención y disposición de obediencia. “Contemplar al Señor habla de una mirada del corazón constante y hacia adentro, enfocada hacia Dios, el centro divino. Nos complacemos en la calidez de la presencia de Dios. Nos sumergimos en el amor y el cuidado de Dios. El alma, introducida en el lugar santo, se asombra por lo que ve.”[18] Es como si entráramos al lugar santísimo, y ese lugar santísimo estuviera dentro de nosotros.

Pongamos un ejemplo de esta actitud contemplativa:

Estoy en casa solo y tengo toda la tarde por delante. Me siento en un sillón y tomo en mis manos un álbum de fotos antiguas. En una primera pasada voy mirando las fotos una tras otra, reconociendo las personas que allí aparecen y las situaciones en que nos encontrábamos.

                 De repente hay una foto que llama poderosamente mi atención. Dejo ya de pasar las hojas del álbum y me detengo en esa foto especial. Me quedo mirándola largamente. Recuerdo alguna anécdota de lo que pasó ese día en que se tomó la foto. Me fijo en los detalles, la sonrisa de uno, la cara de disgusto de otro, las modas ridículas que se usaban entonces.

              Conforme voy “meditando” en esa foto, me empieza a invadir un sentimiento de ternura y bienestar. ¡Qué bien lo pasamos! ¡Qué gente tan magnífica! ¡Qué suerte haberles conocido! ¡Cuánto tiempo sin verles! Dejo ya de fijarme en los detalles, para captar la imagen en su globalidad. Mi mente se queda en blanco y me entrego a ese vago sentimiento de añoranza que me hace sentirme en paz y alegre. He alcanzado la fase de contemplación.

   (….)

                 Pero este momento de contemplación no nos aleja de la realidad, no nos sumerge en un mundo de fantasías, sino que nos devuelve más lúcidos a la realidad, más conscientes de quiénes somos y de cuál es el sentido de nuestra vida.

                 Volviendo al ejemplo de la fotografía, es muy probable que al acabar la contemplación sienta unas ganas muy grandes de coger el teléfono y llamar a alguna de esas personas de la foto a quienes no veía hace tiempo. La contemplación me ha dinamizado y me ha cargado de motivos para entrar en contacto con ellas.[19]

 Las Palmas, 27 Octubre 2023



[1] J.F. Lyotard: La condición postmoderna. Madrid: Editorial Cátedra, 1984. Pg. 10.

[2] Cfr. Carlos Díaz: Manual de historia de las religiones. Bilbao: Desclée de Brouwer, 1997. Pgs. 579-583.

[3] Carlos Díaz, “Horror al confesionario”, 2023. Inédito.

[4] Cfr. Carlos Díaz: Manual de historia de las religiones. Bilbao: Desclée de Brouwer, 1997. Pgs. 598-601.

[6] Pablo Martínez Vila: “Características esenciales y diferenciales de la meditación cristiana frente a otras meditaciones”. In VVAA: ¿Todas las meditaciones son iguales? Barcelona: Andamio Editorial, 2022. Pg. 44.

[8] Cfr. Pablo Martínez Vila: “Características esenciales y diferenciales de la meditación cristiana frente a otras meditaciones”. In VVAA: ¿Todas las meditaciones son iguales? Barcelona: Andamio Editorial, 2022. Pgs. 47-61.

[9] Cfr. José María Martínez: “La espiritualidad evangélica hoy”. In ALETHEIA, nº 38, 2/2010. Pgs. 5-18.

[10] Richard J. Foster: Santuario del alma. El Paso, TX.: Editorial Mundo Hispano, 2012. Pg. 18.

[11] Adaptado de “Taller de Oración”. Emmanuel Buch, capítulo II.

[12] M. HERRÁIZ GARCÍA, “Oración mental (meditación)”, en C. Rossini-P. Sciadini (eds.) Enciclopedia de la oración. Madrid: San Pablo, 2014. Pg. 267.

[13] Richard Foster: La oración. Miami: Editorial Caribe, 1994.  Pg. 185.

[14] Madame Guyón: El modo breve y muy sencillo de orar … Madrid: Marronyazul, 2021. Pg. 28.

[15] A. M. CÁNOPI, “Lectio divina”, en C. Rossini-P. Sciadini (eds.), Enciclopedia de la oración, San Pablo, Madrid 2014,Ibid, 331.

[16] S. Gamarra: “La oración cristiana”. In Teología espiritual. Madrid: BAC, 1994. Pg. 171

[17] Victor Hugo: Los miserables. Volumen 1. Madrid: Alianza Editorial, 2015. Pg. 73.

[18] Richard J. Foster: Santuario del alma. El Paso, TX.: Editorial Mundo Hispano, 2012. Pg. 59.

[19] Juan Manuel Martín-Moreno: Orar con los Salmos. Bilbao: Ediciones Mensajero, 2011. Pgs. 111-112.

lunes, 8 de enero de 2024

EVANGÉLICOS, POLÍTICA, POLÍTICOS


1. NOS INTERESA LA POLÍTICA.

“La Iglesia no tiene un partido político. No hay un partido político que sea el partido de la Iglesia (…). Esperamos que nadie utilice a la Iglesia como moneda de cambio o arma arrojadiza en los debates políticos.”[1]. Estas palabras no son mías; las pronunció monseñor César García Magán, obispo auxiliar de Toledo y secretario general de la Conferencia Episcopal Española, el pasado 21 de abril de 2023. Eso sí, estoy plenamente de acuerdo con estas afirmaciones y celebro escucharlas del portavoz de una Iglesia que a menudo históricamente mantuvo criterios bien distintos.

Tampoco los cristianos evangélicos tenemos un partido político que sea nuestro partido. ¿Quiere eso decir que no nos interesa la política? Todo lo contrario. Nos interesa la política porque nos interesa la vida de la polis, la vida de los ciudadanos. Nuestra fe no es escapista. Como escribió Martin Luther King, también nosotros creemos que: “cualquier religión que profesa estar preocupada por las almas de los hombres y no está preocupada por las condiciones sociales y económicas que escorian [desgarran] esa alma es una religión espiritualmente moribunda, que solo espera ser enterrada.”[2] O dicho a la manera del teólogo ecuatoriano René Padilla: “No hay lugar para estadísticas sobre ‘cuántos mueren sin Cristo cada minuto,’ que no consideren cuántos de los que así mueren son víctimas del hambre.”[3]

Nuestra preocupación por la política, por la vida en la polis, por el bienestar integral de nuestros conciudadanos y conciudadanas, nace de la Biblia: “Dios es justo, y ama la justicia” (Salmo 11,7). Por esto, Dios mismo empeña su palabra en una promesa rotunda: “La justicia engrandece a la nación” (Prov.14,34). De hecho, la recomendación de Dios a través del profeta Jeremías al pueblo de Israel, viviendo en tierra extraña, en el exilio de Babilonia, fue: “procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella al Señor; porque en su paz tendréis vosotros paz.” (29,7).

Nos interesa la política, nos interesa el bienestar de toda la ciudadanía. Pero no pretendemos imponer nuestros valores morales a la sociedad. En palabras del sociólogo protestante Jacques Ellul: “Si una ética es cristiana, brota de la fe, sólo es aceptable para la fe y no es posible sino en la fe. De ahí que sea estrictamente imposible pedir a los demás que obedezcan a esa ética, que vivan como si fueran cristianos, cuando no tienen fe.”[4]

No aspiramos al poder sino al testimonio: ser fermento, levadura positiva, conciencia, sal, luz, visibles como una ciudad en lo alto de un monte (Mateo 5,13-16), en medio de nuestros conciudadanos. Dolorosamente conscientes de su quebranto, como recoge el libro del Eclesiastés: “Me volví y vi todas las violencias que se hacen debajo del sol; y he aquí las lágrimas de los oprimidos, sin tener quien los consuele; y la fuerza estaba en la mano de sus opresores, y para ellos no había consolador.” (4,1). Conscientes y respondiendo responsablemente a su clamor, sobre todo al clamor de los últimos, de los olvidados: “Abre tu boca por el mudo en el juicio de todos los desvalidos. Abre tu boca, juzga con justicia, y defiende la causa del pobre y del menesteroso.” (Proverbios 31,8-9)

Nos interesa la política, el bienestar de toda la ciudadanía. Por eso, a finales del siglo XIX y principios del XX los evangélicos españoles crearon decenas de escuelas, antes incluso que sus capillas, para alfabetizar a sus conciudadanos (y facilitar el acceso de la mujer a la enseñanza superior), de modo que pudieran estos leer por sí mismos las verdades de la Biblia.

Nos interesa la política, el bienestar de toda la ciudadanía. Por eso, en los años 70 y 80 del pasado siglo los evangélicos españoles abrieron decenas de centros de rehabilitación para los jóvenes masacrados por la heroína.

Nos interesa la política, el bienestar de todas las personas más allá de su país de origen, el color de su piel o su estatus social. Por eso, en las últimas décadas los evangélicos españoles hemos levantado iniciativas de todo tipo en favor de emigrantes, refugiados, víctimas de trata para explotación sexual, …No puedo resistirme al recuerdo nostálgico de aquella sencilla “Iniciativa Evangélica” que en los años 90, en Madrid, cada vez que se producía un atentado mortal de la banda terrorista ETA, congregaba a un puñado de evangélicos en el mismo día y en el mismo lugar del atentado para arrodillarse e interceder por la paz, porque profesamos la fe en Jesús de Nazaret, quien se hizo a sí mismo víctima para que nadie más tuviera que serlo.

Nos interesa la política, el bienestar de toda la ciudadanía. Por eso, ejercemos una voz pacíficamente profética, anunciando a todos la verdad del reino de Dios y su justicia, la invitación a todos a reconciliarse con Dios a través del sacrificio de Jesucristo su Hijo en la cruz, para que todos podamos experimentar la vida abundante y eterna que nos brinda gratuitamente.


2. ¿QUÉ PEDIMOS A NUESTROS POLÍTICOS Y NUESTRAS POLÍTICAS?

Creemos en una respetuosa distinción (que no separación) entre Iglesia y Estado. Por eso, en ningún caso pedimos tratos de favor o privilegios. Sí les pedimos que nos juzguen por nuestros hechos, los hechos de la mayoría, y no por prejuicios o excesos de unos pocos.

Les pedimos ejemplaridad moral, aquello que ya reclamaba Platón hace 2.500 años: la práctica de la política como “un ejercicio de justicia y pudor” (Protágoras. 322 c-d). Les pedimos una acción basada en la justicia y la misericordia porque, como dice el libro de Proverbios: “El que sigue la justicia y la misericordia hallará la vida, la justicia y la honra.” (21,21)

Les pedimos, en palabras del filósofo protestante Denis de Rougemont, que hagan suyo “el esfuerzo de instaurar una economía general de la vida que implique la identidad de lo espiritual y de lo temporal, y que funde sobre ella sus valores más altos y más cotidianos a la vez.”[5]

Les pedimos un empeño decidido por superar, no las diferencias ideológicas, pero sí la crispación exacerbada en su debate. Les pedimos que sean modelos de convivencia, que sean más conscientes del efecto de contagio que tienen sobre el conjunto de la sociedad. En definitiva, que conviertan la política, en palabras del filósofo personalista católico Emmanuel Mounier, en “el arte de convivir en la comunidad”.


3. ¿QUÉ OFRECEMOS A NUESTRAS POLÍTICAS Y NUESTROS POLÍTICOS?

 En primer lugar, ofrecemos nuestra completa lealtad institucional. Y esto, siempre y a todos, “por causa del Señor” (cfr. Romanos 13,1ss.; 1ªP.2,13)

Ofrecemos nuestra colaboración activa en todas aquellas iniciativas dirigidas a construir una sociedad cohesionada, justa, democrática. Y nos ofrecemos a un diálogo crítico a la vez que cordial aún en aquello que disienta con los valores del reino de Dios, con la sola condición de que se respete nuestra independencia y libertad de conciencia.

Sobre todo, les ofrecemos nuestras oraciones. Oramos en favor de su buena gestión; pedimos a Dios que guíe a los hombres y mujeres que se dedican a la política y a todos quienes protagonizan la vida de la sociedad civil, a un ejercicio diario de justicia y pudor (cfr. 1ª Timoteo 2,1-2). Pero más aún, oramos y pedimos la bendición de Dios sobre sus personas y sus circunstancias personales. La actividad política es pasajera, el personaje político deja de ser, pero la persona permanece. Pedimos a Dios que bendiga sus personas, sus familias, su presente y su futuro. Pedimos a Dios que les ayude a oír su voz llamándoles a la vida abundante que se nos ofrece a todos en Jesucristo.

Que Él nos bendiga.
Madrid, 3 Junio 2023




[1] https://www.religiondigital.org/espana/obispos-elecciones-Iglesia-arrojadiza-politicos-espana-valle-caidos-cuelgamuros-primo-rivera-politica-disney-celaa-educacion_0_2553044687.html Consultado el 31 de Mayo de 2023.

[2] Martin Luther King: “Peregrinación a la no violencia”. In Martin Luther King: textos y discursos radicales. Introducción y edición de Cornel West. Buenos Aires: Tinta Limón, 2022. Pg. 68.

[3] C. René Padilla: Misión integral. Buenos Aires: Nueva Creación, 1986. Pgs. 24-25.

[4] Jacques Ellul: Contra los violentos. Madrid: Ediciones S. M., 1980. Pg. 174.

[5] Citado por Jacques Ellul: Autopsia de la revolución. Madrid: Unión Editorial, 1973. Pg. 320.