Burgos, 1 - 3 Noviembre 2024
1. PLANTEAMIENTO GENERAL
“Porque Dios es justo y no olvidará lo que habéis hecho y el amor que le habéis mostrado al ayudar a los hermanos en la fe, como aún lo estáis haciendo. Pero deseamos que cada uno de vosotros siga mostrando hasta el fin ese mismo ENTUSIASMO, para que se realice completamente vuestra esperanza. No queremos que os volváis perezosos, sino que sigáis el ejemplo de quienes por medio de la fe y la constancia están recibiendo la herencia que Dios les ha prometido” (Hebreos 6,10-12 -Dhh)
La iglesia de Burgos tiene un pasado sobresaliente por la manifestación en su seno del mover del Espíritu de Dios. Sigue siendo notable su presente. El futuro, lógicamente parece incierto. La incertidumbre es mala compañera. Genera nostalgia del pasado.
¿Qué se hicieron las damas,
sus tocados, sus vestidos,
sus olores?
¿Qué se hicieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel danzar,
aquellas ropas chapadas
que traían?
(Jorge Manrique: Coplas por la muerte
de su padre)
No nos dejemos engañar: “cualquier tiempo pasado …. fue anterior”. Podemos mirar hacia adelante con la esperanza cierta de que nuestro Padre Dios siempre tiene algo nuevo para cada uno de nosotros, así como para su iglesia. “No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad.” (Is.43,18-19)
1. ¿DÓNDE SE DESPLOMA EL ENTUSIASMO? Algunos, de la vieja guardia, siguen comprometidos pero ya no entusiasmados. Otros, de las nuevas generaciones, se sienten desilusionados con la iglesia porque parece que no responde a su tiempo, a sus necesidades. Y siempre los hay, de cualquier generación, decepcionados con Dios porque las calamidades de la vida les escandaliza la mente y les encoge el corazón. ¿Dónde se desploma el entusiasmo? Dentro de nosotros, no por la condición de la iglesia o de las circunstancias.
1) Con la misma iglesia o circunstancias algunos
siguen entusiasmados.
2)
Con la misma iglesia o circunstancias nosotros
mismos estuvimos entusiasmados.
2. ¿DE DÓNDE BROTA EL ENTUSIASMO?
1) Delante de la cruz: conciencia de pecador,
seguridad del perdón, amado incondicionalmente. A la manera de aquella mujer
fascinada por el perdón de Jesús (Lc.8,36-50 -v.47). “Soy amado, luego existo”.
2) Conocimientos vivos que da el Espíritu, “porque se han de discernir
espiritualmente” (1ªCor.214)
3. ¿CÓMO SE DESPLOMA EL ENTUSIASMO? Del
mismo modo que una hormiga se come a un elefante: poco a poco.
1)
Cuando se difumina mi conciencia de pecado, de
perdón y de restauración; cuando desaparece de nuestro corazón la oración del
publicano (cfr. Lc.18,13: “Señor Jesús, Hijo de
Dios, ten misericordia de mí, pecador”)
2)
Cuando se apaga/entristece al
Espíritu (1ªTes.5,19; Ef.4,30), quien mantiene vivos esos conocimientos
vitales.
4. ¿CÓMO SE APAGA/ENTRISTECE AL
ESPÍRITU SANTO? Por el pecado consentido y la carnalidad.
1)
Pecado consentido. “El pecado es una membrana,
una catarata que no deja ver a Jesús con claridad”. (Quadern Vermell)
2)
Carnalidad: sembrador (Mt.13,20-22). ¡Ay, los
afanes de la vida! ¡Ay, el corazón dividido en muchos intereses! Carnalidad es
un “corazón ambiguo” (Kierkegaard): “su voluntad apunta a una meta, pero mira
otras de reojo”
5. ¿CÓMO SE RECUPERA EL ENTUSIASMO? No
conformarse con religiosidad, no cambiar a Jesús por la vida/carrera
eclesiástica.
1)
Renunciar al pecado. ¿Cuánto permiso nos damos
para pecar? ¿Cuántas indulgencias nos concedemos a nosotros mismos?
2) Renunciar a la carnalidad, al corazón ambiguo: “Lo que Dios nos pide es una voluntad que no esté dividida entre Él y cualquier otra cosa” (Fenelon, s.XVII). “La pureza de corazón es querer una sola cosa” (Kierkegaard, s.XIX).
3)
Reclamar la acción del Espíritu en nuestra
vida (Ef.5,18) para mantener viva la conciencia de pecado, de perdón, de
restauración. ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la
carne? (Gál.3,3)
6. ¿QUÉ FRUTOS PRODUCE EL
ENTUSIASMO?
1)
En la vida personal: Santidad personal, como
desapego de los anti-valores del mundo. Un seguimiento apasionado,
“enloquecido” de Jesús. “Los santos son los locos de Dios” (cardenal Van Thuan)
2)
En las relaciones: Apertura al prójimo.
Testimonio. Servicio.
Mi respuesta.
Que no se apague el fuego que hay en mi corazón, / que no se apague el fuego, que siga ardiendo y más y más. / Dame gozo Señor, dame paz y amor, / Que yo quiero volar más allá del sol.
https://www.youtube.com/watch?v=T0PTf_IUDlE (Jacobo Ramos: “Si
acaso se me olvida”)
2. DEL AMOR (A JESÚS) NACE EL ENTUSIASMO
Aún me cuesta mucho fiarme y descansar plenamente en el amor que Dios tiene por mí. Esto nos pasa a algunos: no terminamos de confiar en que su amor por nosotros sea tan ilimitado, no confiamos del todo en su abrazo, el abrazo incondicional del padre al hijo pródigo, al que mira como hijo mientras éste se siente como un cerdo.
Podemos decirlo de otra manera: confesamos la verdad de la gracia de Dios pero esa verdad no termina de penetrar en nuestras entrañas. La Escritura dice que “Dios se deleita en misericordia” (Miqueas 7,18b); “los amaré de pura gracia” (Os.14,4b); que aún si nuestro pecado es abundante, más abundante es la gracia de Dios en Jesucristo para con todos (Rom.5,20); es como si dijera: “aunque estuvieras cubierto de barro, igualmente te abrazaría”. Y, con todo, no terminamos de creerlo “literalmente”; nos cuesta acercarnos “confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Heb.4,16).
Es comprensible esa dificultad. Es difícil entender que Dios me ama de manera perfecta, cuando las relaciones humanas dan motivo para temer y desconfiar y son causa de decepciones y desengaños. Además, nuestro deseo es vivir como hijos de Dios fieles y comprometidos y no querríamos que se nos acusara de utilizar la verdad del amor incondicional de Dios, su gracia, como coartada para una vida negligente (Rom.6,1).
Pese a todo, podemos alcanzar una comprensión más honda y viva del amor de Dios, que nos llene de confianza y de paz, ante el presente y ante la eternidad; un entendimiento, que si es entrañable y no sólo intelectual, moviliza nuestro vivir en una obediencia entusiasmada a Jesús y en una disposición de servicio generoso para con nuestros semejantes. Vamos a meditar en 1ª Jn.4,16b-21.
1. LA VIDA EN EL AMOR. Muchos traductores y estudiosos inician
un nuevo párrafo a partir del v.16b. “La razón de esta forma de dividir el
capítulo es que hay cierto paralelismo en cuanto a la palabra amor en
4:7, 4:11 y 4:16b. Estos versículos, y las secciones que representan,
desarrollan el tema del amor.” (S. Kistemaker: Santiago y 1-3 Juan.
Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 1992. Pg. 386)
v.16b. “Dios es amor”. Esa declaración ya
ha sido dicha varias veces antes. Ahora tiene el propósito de afirmar la
confianza en la ternura del Padre, echar fuera toda forma de miedo (para con
Dios y con la vida) y exhortar a reproducir ese amor para con los semejantes.
v. 17. “Se ha perfeccionado el amor en
nosotros”. El amor de Dios se ha manifestado en plenitud entre nosotros. ¿Cómo?
En que Dios “nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros
pecados” (v.10). Esa es la base de nuestra confianza plena en el favor de Dios,
ante el juicio y ante la vida: “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra
nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos
nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” (Rom.8,31-32). La
convicción del amor de Dios está en la Cruz de Jesucristo en favor de todos
nosotros. No puede estar en las circunstancias que componen nuestra biografía
porque el marco de esta vida terrenal es un marco de dolor por causa del pecado
que la contamina.
vv.19-21. “El que ama a Dios, ame
también a su hermano”. El verdadero entendimiento de
esta verdad no conduce a la autojustificación como algunos temen: una vida
convencida, sumergida en el amor gratuito recibido de Dios, “inevitablemente”
(aunque imperfectamente) extiende el mismo carácter a su alrededor: “de gracia
recibisteis, dad de gracia” (Mt.10,8). Amar es cumplir la Ley, cumplir la
voluntad de Dios: “el cumplimiento de la ley es el amor” (Rom.13,10).
2. ¿TEMOR EN EL AMOR?
v. 18. “El que
teme, no ha sido perfeccionado en el amor”. ¿Qué
significa exactamente esa frase tan enigmática? La mayoría de las traducciones
enfatizan la necesidad de entender plenamente el perfecto amor que Dios nos
tiene. Ese es el énfasis más preciso
considerando los versículos anteriores, en particular el v.17: “No hay por qué
temer a quien tan perfectamente nos ama. Su perfecto amor elimina cualquier
temor. Si alguien siente miedo es miedo al castigo lo que siente, y con ello demuestra
que no está absolutamente convencido de Su amor hacia nosotros” (v.18
paráfrasis: “La Biblia al día”).
¿Cómo es posible que algunos hijos de Dios sigan teniendo miedo del Padre? ¿Cómo es posible que algunos duden de la aceptación, del abrazo del Padre, quien es amor? ¿Por qué permanece alguna medida de temor, de desconfianza práctica acerca de lo que Dios siente por mí? ¿Acaso no lo sabemos? ¿Acaso no lo creemos? Sí, pero todavía no como debemos saberlo. Y es que como es bien sabido, la distancia más grande que existe es la que va de la cabeza al corazón.
Parábola
doctrina
que llevaba en el pecho (junto al pecho, no
dentro
del pecho),
una doctrina
escrita que guardaba en el bolsillo interno del
chaleco.
La doctrina creció.
Y tuvo que meterla en un arca, en un arca
como
la del Viejo Testamento.
Y el arca creció. Y
tuvo que llevarla a una casa muy grande.
Entonces
nació el templo.
Y el templo creció.
Y se comió el arca, al hombre y a la
doctrina escrita
que guardaba en el bolsillo interno
del
chaleco.
Luego vino otro
hombre que dijo: El que tenga una doctrina
que se
la coma, antes de que se la coma el templo;
que la vierta, que
la disuelva en su sangre,
que la haga carne
de su cuerpo ...
Y que su cuerpo sea
bolsillo,
arca
y templo.
¿Cómo llevar ese conocimiento a las entrañas? Este es
uno de los ministerios de la persona del Espíritu Santo de Dios en nuestras
vidas, del Ayudador (parakletós, Jn.14,16): “él os enseñará todas las cosas”
(Jn.14,26), “él os guiará a toda la verdad” (Jn.16,13). Más aún: únicamente Él
puede hacerlo. El Espíritu Santo es “la unción” que “os enseña todas las cosas”
(1ªJn.2,27).
3. SABER y SABER SABER (en el Espíritu). El apóstol Pablo ora al Padre para que “nos fortalezca con poder en el hombre interior por su Espíritu” y así comprendamos debidamente el amor que Dios tiene por nosotros (cfr. Ef.3,14-17). “Seréis así capaces de entender, en unión con todos los creyentes, cuán largo y ancho, cuán alto y profundo es el amor de Cristo; un amor que desborda toda ciencia humana y os colma de la plenitud misma de Dios” (Ef.3,18-19) (Biblia interconfesional). Por eso ora al Padre para que nos de: “sabiduría espiritual y percepción, para que crezcamos en el conocimiento de Dios” (Ef.1,17-NTV); no para saber cosas distintas a las que están en la Biblia pero sí para “saberlas” de una manera vital. Porque estas verdades “se han de discernir espiritualmente” (1ªCor.2,14b).
La ignorancia de la verdad bíblica es nefasta pero el formalismo doctrinal sin la vitalidad del Espíritu reduce las doctrinas a “cadáveres proposicionales” (Eugene Peterson) y produce una religiosidad sin transformación de la manera de vivir. La sana doctrina es literalmente “higiénica” (v.10), porque trae salud espiritual. Es importante saber las verdades del Evangelio pero más importante aún, saberlas como hay que saberlas: “imprimido en las entrañas” (Teresa de Jesús).
La Reforma protestante del siglo XVI supuso el regreso a la verdad de la Palabra, una verdad que revitalizó la vida del pueblo de Dios. Sin embargo, pocas décadas después de su inicio, las iglesias protestantes volvieron a un formalismo doctrinal sin vitalidad, una religiosidad sin espiritualidad. Tuvieron que aparecer nuevos movimientos de frescura espiritual que buscaban “la religión del corazón”, un conocimiento viviente; movimientos acompañados de una renovación de la manera de vivir según la contracultura cristina y de celo misionero: la Reforma radical del siglo XVI, los cuáqueros en Inglaterra y Norteamérica (s. XVII), el pietismo alemán dentro del luteranismo (s. XVII), los Hermanos Moravos (Rep. Checa) (s. XVIII), Juan Wesley en Inglaterra (s. XVIII), o el movimiento pentecostal (inicios del s. XX). Movimientos fundados en la verdad de la Biblia, pero con el anhelo de que esa verdad produjera renovación del vivir por el poder del Espíritu.
No es sólo cuestión de aprender, como ejercicio activo intelectual, sino de dejarse enseñar (voz pasiva) por el Espíritu Santo: “no es suficiente que escuchemos la palabra con el oído exterior, sino que debemos dejarla penetrar también en el corazón para que escuchemos hablar allí al Espíritu Santo” (Felipe J. Spener). De otro modo, “La Escritura sin el Espíritu es como trabar batalla con una espada de papel.” (A. W. Tozer). Como alguien dijo: necesitamos teología, conocimiento de las verdades de Dios, pero necesitamos aún más teofanía, manifestación de Dios.
Sin el
Espíritu Santo:
Dios está
lejos;
Cristo queda en el pasado;
El Evangelio
es letra muerta;
La Iglesia,
una simple organización;
La autoridad
se vuelve dominación;
La misión, una
propaganda;
El culto, una
simple evocación;
La vida
cristiana, una moral de esclavos.
En cambio, con
el Espíritu Santo:
El cosmos se
levanta y gime en el parto del Reino;
El hombre
lucha contra la carne;
Cristo
resucitado se hace actual y está presente;
El Evangelio
es fuerza de vida;
La Iglesia,
signo de comunión trinitaria;
La autoridad,
servicio liberador;
La misión, un
Pentecostés;
La liturgia,
memoria viva y anticipación;
La vida humana
es divinizada.
(Ignacio de Latakia, Patriarca de la Iglesia Ortodoxa
de Antioquía).
Mi respuesta. Una buena manera de medir nuestra comprensión real del amor gratuito de Dios es comprobar si podemos reproducir alguna medida de ese carácter en nuestra relación con los demás (v.20-21; Tito 3,3-8): una vida sumergida en el amor gratuito recibido de Dios, extiende el mismo carácter a su alrededor. Pero mucho más importante que este fruto es cuidar su raíz, su origen: la enseñanza del Espíritu Santo en nuestras entrañas, del universal, incondicional y gratuito amor de Dios en Jesucristo para con todos nosotros.
Me pregunta Jesús (difícil pregunta):
-
“¿Me
amas?”
Me pregunta de nuevo Jesús (pregunta mucho más difícil):
-
“¿Crees
que te amo?”
Que podamos llegar a decir las palabras del Hermano Lorenzo: “Confieso a Dios toda mi maldad, le pido perdón, y me abandono en sus manos, para que pueda hacer lo que quiera conmigo. Este Rey, lleno de misericordia y bondad, muy lejos de castigarme, me abraza con amor, me hace comer en su mesa, me sirve con sus propias manos, me da la llave de sus tesoros. Él conversa y se deleita conmigo incesantemente, en miles y miles de formas, y me trata con todo respeto como a su favorito.”
3. DEL ENTUSIASMO NACE
EL COMPROMISO (POR EL SEMEJANTE)
1. ¿CÓMO SON NUESTROS CONCIUDADANOS?
1.1. Desnortados.
“No nos sorprende que
Sterlac, un artista poshumanista [cuya premisa es que “el cuerpo humano
es obsoleto”], se haya implantado una oreja en el brazo izquierdo. Ni que los
Lichy, un matrimonio formado por dos sordomudos británicos, hayan decidido
recurrir a la ingeniería genética para garantizar que sus hijos compartan
nativamente con ellos la sordomudez porque -dicen-, lejos de ser minusválidos,
son una minoría cultural. No nos sorprende que el psicólogo americano Gregg M.
Furth haya querido amputarse una pierna sana para manifestar hasta qué extremo
es dueño de su cuerpo. Ni que un transgénero tenga un hijo con su pareja
homosexual. Ni que la norteamericana Jewel Shuping, para hacer realidad su
sueño de ser ciega, se hiciera verter sobre sus ojos un líquido corrosivo. No
nos sorprende que el doctor chino Ren Xiaoping se proponga el trasplante de
cabezas.” (Gregorio Luri: “En busca del tiempo en que vivimos”. In
ACONTECIMIENTO, nº 148, 2023/3. Pg. 49)
1.2. Narcisos. En la postmodernidad, hemos sustituido a Prometeo por Narciso. Según la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (Secpre): “En 2021, hubo en España 204.510 intervenciones [de cirugía estética], que incluyen tratamientos tan diversos como el aumento de pecho, la rinoplastia o la liposucción. Esa cifra supone un incremento del 215% en ocho años respecto a un estudio anterior de la misma organización, de 2013. Por sexos, el 85% de los tratamientos los reciben mujeres y el 15% hombres.”
1.3. Rebeldes. Somos rebeldes para con Dios. Él nos creó con un vínculo de amor con Él, que nos da plenitud pero que el hombre entiende como esclavitud. Por eso, anhela “emancipación”, ser bueno incluso, pero a su manera. Nuestro pecado es que somos auto-latras.
Es el resumen de nuestra generación: culto a la belleza y satisfacción de los sentidos; menos bibliotecas y más gimnasios, Y así ha resultado una sociedad fuerte de músculo y bella, pero moralmente débil y caprichosa.
Pero
también ….
1.4. Acobardados. “El 75 por ciento de jóvenes de entre 16 y 25 años no ven nada
tranquilizador su porvenir. Más del 30 por ciento duda de si tener hijos. Más
del 50% de los ciudadanos de los países occidentales está convencida de que a
la humanidad no le quedan más de cien años de vida y, cuanto más jóvenes, más
pesimistas. La ONU habla de ‘ecoansiedad’. En torno a un tercio de los jóvenes
cree que a lo largo de sus vidas se enfrentará a un desastre de carácter
apocalíptico causado por uno o varios factores: el cambio climático, el
agotamiento y la degradación de los recursos naturales y los ecosistemas, el
crecimiento de la población mundial, las pandemias, el colapso económico
internacional, una guerra nuclear o biológica, el acelerado cambio tecnológico,
etc.” (Gregorio Luri: “En busca del tiempo en que vivimos”. In ACONTECIMIENTO,
nº 148, 2023/3. Pg. 50).
En 1972 el psicólogo Paul Ekman describió seis emociones básicas: ira, asco, miedo, alegría, tristeza, sorpresa. Analizando 23 millones de titulares en medios de comunicación entre 2000 y 2019, una investigación en Estados Unidos señala que el “miedo” en los titulares aumentó un 150%, la “ira” un 104%, “asco” un 29% y “tristeza” un 54%. Por su parte el porcentaje de la “alegría” no ha dejado de descender desde 2010 (Arcadi Espada en El Mundo, 28 Marzo 2023. Pg. 8).
Los indicadores recientes sobre suicidio en España son reveladores: cada dos horas se suicida una persona en España, en 2021 fallecieron 4003 personas por suicidio (se estima en cerca de 20 intentos por cada suicidio consumado), … El suicidio en España se ha convertido en la principal causa de muerte externa y la primera muerte en jóvenes superando a los accidentes de tráfico (2,7 veces más), los homicidios (13,6 veces más) y casi 90 veces más que la violencia de género, según el Observatorio del Suicidio en España (2020). (Diaconia España. Proyecto Zoe: curso de prevención del suicidio)
2. ¿CÓMO MIRABA JESÚS A SUS CONCIUDADANOS? ¿QUÉ SENTIMIENTOS LE INSPIRABAN? Jesús caminaba por ciudades y aldeas y se compadecía: “Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor” (Mt.9,36). “Y cuando llegó cerca de la ciudad [entrada triunfal en Jerusalén, poco antes que la multitud pidiese su ejecución], al verla, lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz!” (Lc.19,41). El Evangelio de Mateo recoge esta otra expresión dolorida de Jesús en los mismos días: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos como la gallina junta a sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!” (Mt.23,37) ¿Qué hizo Jesús ante tanta rebeldía? ¿Darles muerte? No, darse Él a la muerte por ellos, por todos nosotros.
Esa es la enseñanza de Jn.3,16: de tal manera valora a todos que dio a su Hijo por todos. “¿Es posible que Dios también me abrace a mí?” se preguntan, nos preguntamos los “peores”. Sí, les dice Jesús: “no he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Lc.5,32). Se atreve incluso a decir a “los principales sacerdotes y a los ancianos del pueblo” (Mt21,23), después de contarles una historia: “los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios”. Este es el Evangelio de Jesús: la misericordia bondadosa para con todos, sin excepción, acogida, perdón y restauración para con todos los que no la merecemos. Publicanos, pecadores, prostitutas fueron agraciados por esa gracia.
3. ¿CÓMO MIRAMOS A NUESTROS CONCIUDADANOS? ¿Qué SENTIMIENTOS NOS INSPIRAN? Nos hallamos como Israel cautivo en Babilonia: en medio de una sociedad pagana, hostil a la verdad de Dios. A veces tentados incluso a imitar a Jonás en su deseo de destrucción de aquella ciudad pagana de Nínive. Pero precisamente el ejemplo de Jonás desenmascara nuestra doble vara de medir: la misericordia para con nosotros es gracia legítima, la misericordia para con otros es “buenismo” intolerable, debilidad, falta de amor a la verdad (la ley del embudo).
Jonás fue mirado por Dios con compasión, gracia, a pesar de su rebeldía, de su desobediencia, de su pecado. Sin embargo, Jonás miraba la ciudad pagana de Nínive y sólo deseaba la destrucción de todos aquellos paganos. Eso no puede ser. “Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso” (Lc.6,36). “No hay nada más feo que la ortodoxia sin compasión” (F. Schaeffer: Muerte en la ciudad).
John Stott llamó la atención sobre una segunda definición de la Misión cristiana: no sólo la más conocida de Mateo 28,19-20, sino la más comprometedora, que Jesús expresa en Juan 17,18 y 20,21: “Como me envió el Padre, así también yo os envío” (20,21). En estas declaraciones Jesús no sólo presenta el mandato de la Misión sino también un modelo para llevarla a cabo: el suyo propio, con un corazón servicial, compasivo, traducido en actitudes y en actos de compasión.
Los hombres y mujeres de esta sociedad son culpables de muchas cosas pero nuestra mirada sólo puede ser compasiva, a la manera de Jesús, que compartía mesa con pecadores porque estaba interesado en los enfermos y no en los sanos, y que reclamaba a sus discípulos: “aprended lo que significa: misericordia quiero, y no sacrificio” (cfr. Mt.9,11-11). Somos hijos de la gracia, vivimos a diario de su gracia, misericordia, perdón, compasión y estamos llamados a agraciar a nuestros semejantes en nombre de la gracia recibida de Dios en su hijo Jesucristo: “fijar la mirada en el amor de Dios, hasta llegar a ver, por gracia, toda la realidad con sus ojos” (Enzo Bianchi), con sus mismos ojos de misericordia.
Dios nos libre de un legalismo que destruya a las personas, al viejo grito del “cúmplase la ley aunque perezca el mundo”. Dios nos libre de hacernos culpable del reproche que Dostoyveski pone en labios de un personaje: “No tiene usted ternura. Sólo busca la verdad y por ello se vuelve injusto.” (F. Dostoyevski: El idiota. Barcelona: Editorial Juventud, 2007. Pg. 516). Dios nos libre de confundir la palabra de gracia con el tiro de gracia.
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4. ¿QUÉ HACER? Mostrarles la luz de Jesús, la luz del Evangelio. No una luz blanca, fría, cegadora como las salas de interrogatorio o tortura, si no una luz cálida, de hogar, de chimenea de leña encendida en una noche de invierno. “El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos” (Is.9,2).
En medio de tanta oscuridad, ha brillado la luz. Ese es el sentido original de las luces de Adviento (del latin: adventus, “venida”). Adviento es anuncio de salvación. El nombre de Jesús significa “salvador”. Ese es el sentido de la profecía. Dios se encarnó en Jesús de Nazaret para, por su muerte en la cruz y su resurrección, ganar gratuitamente para nosotros nuestro perdón, nuestra reconciliación con Dios, para ser adoptados como hijos, ahora y en la eternidad. Salvar a los seres humanos fue el propósito de la encarnación de Jesús: “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores” (1ªTim.1,15), … A todos: “… Dios nuestro Salvador el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1ªTim.2,4). En Jesús: “la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres” (Tito 2,11), no importa su condición.
4.1. Mostrar la luz: Anunciar el reino de Dios. La espiritualidad cristiana no es auto-cancelante, un “sentirme bien” sin lugar para el semejante. “Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?” (Rom.10,13-14) Esta es nuestra parte, anunciar: “os rogamos en nombre de Cristo: reconciliaos con Dios”
El propósito salvador de Dios es universal, porque su amor es expansivo. Esa fue la misión de Abraham e Israel: “serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Gén.12,3). Esa fue la misión de Jesús: “Que el Cristo había de padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y a los gentiles” (Hch.26,23). Esa es también nuestra misión (Hch.13,47).
De hecho, “la promesa del Espíritu Santo guarda estrecha relación con la extensión del evangelio a todas las naciones.” (C. René Padilla) La presencia de Jesús en medio de su iglesia está prometida en tanto que ella actúa como una iglesia misionera, abierta, enviada. Y el Espíritu Santo es: “compañía, impulso y poder para la misión” (Samuel Escobar)
4.2. Ser luz: Mostrar un estilo de vida a la manera del Reino. El anuncio del poder del Evangelio sólo tiene autoridad si va acompañado de evidencias de su poder en la vida de quien lo anuncia. El Evangelio es la perla preciosa por el que vale la pena venderlo todo para vivirlo (no sólo para creerlo), supone el modelado de un estilo de vida radicalmente distinto en carácter,valores y anhelos (eso es la santidad).
S. Kierkegaard nos dejó una reflexión valiosa sobre Stg.4,8: “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.” Otras versiones traducen al hombre de doble ánimo como de “lealtad dividida entre Dios y el mundo” (NTV) y el propio Kierkegaard lo traduce como “hombre ambiguo”: “su voluntad apunta a una meta, pero mira otras de reojo”. Kierkegaard interpreta el texto como una exhortación a purificar el corazón limpiándolo de toda ambigüedad y, para eso, “querer una sola cosa” y si de verdad quiere una sola cosa, entonces querrá el bien de verdad, y el bien sólo puede ser el reino de Dios. En otras palabras: “No se puede tener una religión diferente a la forma en que se vive” (Carlos Díaz)
Y, por cierto, Kierkegaard añade que la ambigüedad está en el “zumbido creciente del ajetreo” de las muchas ocupaciones, de modo que la persona “atareada” fácilmente olvida lo verdadero. Por eso advertirá de la necesidad de “interrumpir la marcha apresurada de nuestras ocupaciones para revestirse del reposo de la contemplación”
Mucho antes que Kierkegaard ya nos lo enseño, con su propio vivir, el apóstol Pablo: “lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo” (Gál.6,14). “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (Filip.3,8). Y no avergüenza en absoluto compartirlo a otros: “no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.” (Rom.1,16).
Y con el apóstol Pablo, tantos otros “locos” en la historia de la Iglesia. “No debe quedar en nosotros más que la búsqueda pura y simple de Dios; nada más que la voluntad de ser de Él, de hacerle lugar del modo más alto y más íntimo con Él, para que pueda llevar su obra y nacer en nosotros sin que se lo impidamos.” (Tauler) “Lo que Dios nos pide es una voluntad que no esté dividida entre Él y cualquier otra cosa” (Fenelon). “Solo tengo una pasión; es Él, y sólo Él” (Zinzendorf).
Mi respuesta. Las gentes a las que anunciaremos el Evangelio y muchos de los que se convertirán a Jesucristo no serán católicos sino caóticos. La crisis de valores, la ausencia de sentido, la agresividad contra “tabúes” sociales básicos, dejará en los próximos años muchas personas arruinadas moral y anímicamente. Si la iglesia vuelve la espalda a esas personas, será irrelevante para el testimonio. Por supuesto, rechazamos muchas de las prácticas sociales de nuestros días; pero nuestras denuncias sólo tendrán peso, si a la claridad de nuestras convicciones le acompaña un ejercicio más claro aún de la compasión, de la misericordia, la acogida, para restaurar las vidas quebrantadas.
Acoger no es aprobar; Jesús era un maestro rotundo en su enseñanza de la voluntad (moral) de Dios, pero los pecadores más despreciados socialmente se sentían a gusto a su lado. ¡Percibían acogida, amor, pese a sus miserias! Como iglesia nos hallamos ante un tremendo desafío: ser una comunidad restauradora, una iglesia-hospital, aceptar a las personas en transición, respetar el proceso de cada persona con Dios, mirar el rostro del otro como lo miraría Jesús. Que el Espíritu Santo nos ayude a ser luz en medio de tanta oscuridad, luz cálida que acoge, comunidad que restaura en el nombre de Jesús.
4. DEL VIENTO (ESPÍRITU) NACE LA RUTA DEL COMPROMISO
(MISION)
El gran peligro del bienestar en la vida de la iglesia es la autocomplacencia, que se diagnostica por un síntoma letal: se pierde el entusiasmo, se pierde la capacidad de soñar. Y perder la ilusión es comenzar a morir. “Nada grande se hizo sin una gran pasión” (Hegel). Quiero animaros a soñar sueños para el futuro de la iglesia; no cualquier sueño sino los locos sueños de Dios. Soñarlos … y trabajarlos con la fuerza del Espíritu.
1. ATRÉVETE A SOÑAR. “Vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones” (Joel 2,28b).
El libro de Joel 1) describe un tiempo de grave necesidad del pueblo, en su
caso por causa del pecado, 2) llama a clamar intensamente a Dios a toda la
comunidad unida en asamblea, ancianos, bebés, niños y jóvenes, pueblo y
liderazgo, y 3) promete de parte de Dios un tiempo futuro espléndidamente
bendecido: “… hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía como al
principio. Las eras se llenarán de trigo, y los lagares rebosarán de vino y
aceite. Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y
la langosta, …” (2,23-25).
Las promesas de bendición no sólo son para restaurar en el presente lo perdido en el pasado sino que se extienden al futuro: “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones.” (2,28). Y sigue una enorme relación de prodigios y bendiciones futuras.
2. ATRÉVETE A SOÑAR LOCURAS. Necesitamos recuperar ese punto de locura necesario para seguir a Jesús y proclamar (viviendo) el reino de Dios para bendición de nuestros semejantes. Necesitamos sacudirnos la sobredosis de cordura y sensatez humanas que matan la vida en el Espíritu, y permitirnos esa medida de locura necesaria para seguir a Jesús porque “los santos son los locos de Dios” (Nguyen Van Thuan, cardenal católico vietnamita, encarcelado trece años por el gobierno comunista, de ellos nueve en régimen de aislamiento).
Un seguimiento así llevó al apóstol Pablo a perder todo lo que es de valor en términos de sensatez humana. Y, sin embargo, hacia el final de su vida, anciano y encarcelado, aún gritaba enloquecido pero no alocado: “lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (Filip.3,8). Ateos y cristianos le llamaron loco a menudo, e irónicamente respondía a estos últimos: “toleradme un poco de locura” (2ªCor.11,1); sí, decía, soy “loco para Dios” (2ªCor.5,13 –“locos para darle gloria a Dios” NTV).
A la luz de su testimonio, y el de tantos otros discípulos arriesgados de Jesús, generación tras generación, a la luz de “tan grande nubes de testigos” (Heb.12,1), tiene sentido decir: “Quien ante Jesucristo no se vuelve loco es que no cree en Jesucristo” (Carlos Díaz). La fascinación por Jesús que nos conmueve y remueve es nada sino nos mueve también en obediencia arriesgada.
3. SOÑAR LOS SUEÑOS DE DIOS. Hay un límite a nuestros sueños para la iglesia, como para los sueños para nosotros mismos o seres queridos, como hijos de Dios. Si queremos que nuestros sueños se hagan realidad, deben ser los mismos sueños que sueña Dios (no los sueños particulares de cada cual, ni aún nuestros sueños humanamente consensuados).
“Donde abundan los sueños, también abundan las vanidades y las muchas palabras; más tú, teme a Dios” (Ecl.5,7). “Hablar no cuesta nada, es como soñar despierto y tantas otras actividades inútiles. Tú, en cambio, teme a Dios” (NTV). En ocasiones confundimos los sueños con los antojos, los caprichos, la imitación a otros, la reproducción de estrategias leídas en un libro o escuchadas en una conferencia, …No queremos esos sueños, queremos hacer nuestros los sueños específicos que el Señor de la iglesia tiene para nosotros. Aquí Joel tiene también enseñanza para nosotros: esa actitud de búsqueda intensa, comunitaria, compartida por todos los círculos de la iglesia, búsqueda de la voluntad del Señor para nosotros, para el día de hoy.
Estamos aquí ante uno de los ministerios del Espíritu Santo: Él provee la dirección y el poder sobrenatural necesario. Necesitamos su guía, más allá de experiencias o model0s del pasado, sin prejuicios o límites confesionales. Donde el Viento nos lleve. “No tengáis miedo al Espíritu Santo. El Espíritu Santo siempre crea algo nuevo. Pero es necesario soltar las riendas, rendirse, morir para así vivir una libertad mayor, cerrar los ojos y lanzarse en los brazos abiertos de Cristo resucitado.” (Raniero Cantalamessa)
Esa es nuestra parte, imprescindible en actitud y en intensidad: estar a la escucha de la dirección del Viento, para izar las velas en la posición adecuada para que el Viento impulse la nave. Y así “discernir los signos de los tiempos”: cambiar la orientación de las velas conforme cambie la dirección del Viento; de otro modo, si perdemos el impulso del Viento, la nave iría perdiendo velocidad y rumbo hasta quedar detenida en medio del océano.
4. EL SUEÑO PARA EL QUE LO TRABAJA …. EN EL ESPÍRITU. Los sueños no son ensoñaciones que se agotan en suspiros melancólicos pero no mueven la voluntad; al contrario, se traducen en acción. Acción, eso sí, a impulsos del Espíritu Santo, no confiados en capacidades humanas. Este es otro de los ministerios del Espíritu en el discípulo de Jesús y en su Iglesia.
Desde la perspectiva del reino de Dios: “nadie será fuerte por su propia fuerza” (1ºSam.2,9). La presencia activa del Espíritu Santo en medio de la Iglesia, desde Pentecostés hasta hoy, marca la diferencia entre una organización humana y un organismo poderoso que manifiesta el poder de Dios. Los marineros deben cuidar las velas del barco, saber manejarlas, hacerlo coordinadamente; pero de nada servirá si el Viento no sopla. El agricultor debe organizar de manera equilibrada la red de acequias que regará sus campos, pero de nada valdrá si no llega el Agua. Necesitamos manos humanas pero aún más el poder divino. “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos.” (Zac.4,6). “Para vivir la vida del Reino de Dios se precisa el Espíritu del Rey de ese Reino. En otras palabras, es imposible vivir la vida de Cristo sin el Espíritu de Cristo.” (Juan Driver: Comunidad y compromiso. Buenos Aires: Ediciones Certeza, 1974. Pg. 82).
Mi respuesta. El poeta León Felipe escribió: “Ya no hay locos, amigos, ya no hay locos. (…) Todo el mundo está cuerdo, terrible, monstruosamente cuerdo.” En medio de la II guerra mundial el filósofo católico Emmanuel Mounier se lamentaba: “El cristiano había llegado a ser un hombre que no iba ya a prisión. (…) El cristiano se había instalado en la seguridad general. Era bueno lo que no perturbaba los ritos, malo lo que introducía una pizca de inquietud, fuera para mal o para bien.” (Emmanuel Mounier: Mounier y su generación. Correspondencia, conversaciones. In Obras Completas, tomo IV. Salamanca: Ediciones Sígueme, 1988. Pg. 826).
No queremos escondernos en una religiosidad de auto-consumo para alimentar la auto-satisfacción con la coartada de la sensatez, del buen juicio … que sólo produce almas bostezantes, espíritus grasientos. Hacemos nuestra la exhortación de las Escrituras: “levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas” (Heb.12,12).
Nosotros queremos ir más allá de las ataduras de un corazón pequeño burgués, ansioso de seguridades y estabilidad. Nosotros no nos conformamos con ser “una caña sacudida por el viento” (Lc.7,24), sino arriesgados y locos a la manera de Juan el bautista, cautivados por el amor de Jesús. Arriesgados y locos a la manera del apóstol Pablo. Nosotros queremos anunciar el Evangelio de Jesús, encarnándolo en nuestras vidas y comunidades. Nosotros queremos anunciar la esperanza del reino de Dios, viviéndola locamente, sin miedo a los riesgos o las renuncias según el mundo, mostrando así la cultura del reino de Dios, que es contra-cultura. “Esa esperanza es una de las claves del mensaje de Dios para nuestro tiempo, en una generación cínica por excelencia” (Ani Ruiz).
“Lejos de ser una utopía, el reinado de Dios toma forma hoy dondequiera que su pueblo vive por fe, y bajo la unción de su Espíritu, la vida del reino. Es la vida del reino vivida una vez por Jesús de Nazaret, descrita en el Sermón del Monte, practicada por la Iglesia apostólica primitiva, e intentada por grupos de discípulos a lo largo de los siglos a pesar de las presiones diabólicas de este presente siglo malo. Es la vida del reino de Dios, ya presente entre nosotros, que un día por la gracia maravillosa de Dios abarcará a todo el universo. ¿Utopía? ¡No! Es la única forma realista de vivir hoy, a la luz del mañana glorioso que nos espera. (Juan Driver: Militantes para un mundo nuevo. Barcelona: Ediciones Evangélicas Europeas, 1978. Pgs. 140-141)