martes, 8 de octubre de 2024

EMIGRANTE, NO PIERDAS A JESÚS EN EL CAMINO

 


Santiago Benavides: “Yo sigo aquí”. Andar sobre el agua. 2023.

https://www.youtube.com/watch?v=p9j58FvPS8k

 

Hermanos que habéis nacido en otro país, mis primeras palabras para vosotros son para honrar vuestro dolor. Habéis vivido un desarraigo múltiple, dejando atrás todas las raíces y todos los vínculos que os dan identidad, relaciones que amáis y os hacen sentir amados. Quiero daros algunas palabras más y tomar la experiencia migratoria de Abraham como referencia.


1. Abraham: un ejemplo (para lo bueno y para lo malo). Abraham viajó desde Mesopotamia hasta Palestina. Primero viajó con su esposa y la familia de su padre desde Ur de los caldeos (350 km al sureste de Bagdad) hasta Harán, en la Siria actual (Gén.11,31-32). Después, a la edad de 75 años Dios le llamó para que marchara a Canaán (12,1): “Tomó, pues, Abram a Sarai su mujer, y a Lot hijo de su hermano, y todos sus bienes que habían ganado y las personas que habían adquirido en Harán, y salieron para ir a tierra de Canaán; y a tierra de Canaán llegaron.” (Gén.12,5).

Esta segunda migración implicaba todo un desafío y un alto precio: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre” (12,1). Abraham tuvo que dejar atrás prácticamente todos los vínculos de su corazón para caminar hacia una tierra desconocida donde todo sería diferente en lengua, cultura, moralidad …Y aún peor, salió a ciegas: “salió sin saber a dónde iba” (Heb.11,8). La salida de su tierra fue difícil y difícil fue su vida hasta el final. Cuando murió, sólo le pertenecía un pedazo de tierra donde había sepultado a Sara su mujer y dónde él mismo fue enterrado.


2. Abraham tenía una palabra de Dios, ¿también la oíste tú? Abraham dejó todo atrás porque seguía la voz de Dios: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre” (12,1).

Quiero confrontarte con cariño: ¿Tienes tú una promesa de Dios? ¿Saliste dejando todo atrás, convencido de estar en la voluntad de Dios? ¿Fue un gesto de obediencia a Dios o fueron otros motivos?

Si no fue así, tienes que hacer un alto en el camino para venir delante del Padre. Tienes que pedir perdón. A veces sufrimos estando en la voluntad de Dios pero otras veces sufrimos (y hacemos sufrir a otros) por nuestras malas decisiones. Y peor aún, pretendemos trasladar a otros (iglesia o país de acogida) la responsabilidad de las malas consecuencias de nuestras malas decisiones. Si tu motivación no fue la correcta ante Dios debes reconocerlo y debes pedir perdón. Y una vez pidas perdón, debes recibir el perdón y seguir adelante con la cabeza alta. El Padre no nos abandona al borde del camino, Él perdona, restaura y reconduce nuestro caminar.

 

3. Abraham tenía una promesa de Dios, ¡también la tienes tú! Dios le dio una promesa para el final de su camino: “haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.” (12,2). Y tenía una promesa de Dios para el trayecto del camino: “No temas, Abram; yo soy tu escudo” (15,1).

La vida de Abraham no fue fácil en Canaán, anduvo de un lugar a otro buscando pasto para su ganado, incluso llegó a Egipto por causa del hambre. Soportó amenazas, guerras, muchas dificultades, … Pero el Padre cumplió su palabra: Abraham tuvo el hijo de la promesa, Isaac, aún siendo anciano al igual que su esposa, y fue padre de una gran nación humana y una más grande nación espiritual: “Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham” (Gál.3,7).

Jeremías, en medio de las Lamentaciones, declara: “Por la misericordia de Dios no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.” (Lam.3,22-23). También tú y tu familia, en medio de las dificultades puedes afirmar la convicción de que Dios no se olvida de vosotros, no se olvida de amaros, no os abandonará. Como dijo a Josué al final de otro camino, a las puertas de la tierra prometida, aún con mucho que pelear: “no te dejaré, ni te desampararé” (Jos.1,5).


4. Abraham tenía una exhortación de Dios, ¡también la tienes tú!: Dios envió a Abraham en medio de pueblos con una moral radicalmente opuesta al corazón de Dios. Y le advirtió rotundamente, como más tarde a Israel ante la tierra prometida, que no olvidara su fe, su moral, sus valores. A Abraham le exhortó claramente: “Anda delante de mí y sé perfecto [intachable]” (17,1).

Sin embargo, Abraham cedió en varias ocasiones ante la dificultad. Dos veces entregó a su esposa a otros hombres para salvar su pellejo, haciéndola pasar por su hermana (hermanastra) (Gén.12,10-20; 20). Por incredulidad aceptó tener un hijo con Agar en lugar de esperar al hijo de la promesa con Sara (Gén.16).

Quienes habéis llegado de otros países habéis caído aquí, en tierra de “filisteos”: otros valores, muchos pecados consentidos. ¿Olvidarás tu fe en tu país de origen o la traerás contigo pese a todo? Daniel fue puesto a prueba en el cautiverio, se le prohibió orar a Dios pero, a pesar de las presiones y amenazas: “entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes.” (6,10). ¿Podrás seguir siendo fiel a tu Señor también “en tierra extraña”?

 

5. Abraham tenía una advertencia de Dios, ¡también la tienes tú!: Un refrán afirma que “la prosperidad genera impiedad”. Ay, demasiadas veces hemos visto cómo hermanos fieles que al llegar, pese a las dificultades se mantuvieron fieles al Señor, sucumbieron más tarde al encanto de la prosperidad material.

Haz tuya esta advertencia: “Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios, (….) y digas en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza.” (Deut.8,11-18).

 

Mi respuesta. Habéis pagado un precio muy elevado, dejando mucho atrás, para reconstruir desde cero. Y además en un entorno social cada vez más hostil. La emigración comenzó siendo un “drama”, después se dijo que era un “problema” y ahora algunos dicen que es una “amenaza”

Samuel Escobar nos ha mostrado cómo a lo largo de la historia del cristianismo los movimientos migratorios han sido también movimientos misioneros. Muchos cristianos emigrantes se han convertido sin pretenderlo en verdaderos evangelistas y misioneros. Y muchos cristianos emigrantes edifican las iglesias de España, edificáis esta iglesia, que es vuestra iglesia.

Alentaos con las promesas de Dios, con la fidelidad del Padre bueno que nunca abandona a sus hijos. Y no perdáis a Jesús en el camino. Recuerda tu fe, recuerda tu pasión, tu fidelidad por el Señor. Si algo de eso se ha ido quedando por el camino o aquí, rodeado de “filisteos”, confiesa al Señor tu debilidad. Pide que renueve tu gozo, tu confianza, tu fidelidad a la manera que exhortaba Josué a Israel: “Y si mal os pareciere servir a Jehová, escogeos hoy a quien sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová” (Jos.24,15)