El gran peligro del bienestar es la
autocomplacencia, que se diagnostica por un síntoma definitivo: se pierde la
capacidad de soñar. A veces en el contexto evangélico se invita a “visualizar”
como una experiencia mágica; no comparto esa idea pero imaginar, soñar, son
prácticas legítimas, si están bien orientadas. Yo quiero animaros a soñar
sueños para vuestro futuro personal y, sobre todo, para el futuro de la iglesia;
no cualquier sueño sino los sueños de Dios.
1. SOÑAR SUEÑOS, VER VISIONES.
“Vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones” (Joel
2,28b).
El libro de Joel 1) describe un tiempo de grave necesidad del pueblo, en su caso por causa del pecado, 2) llama a clamar intensamente a Dios a toda la comunidad unida en asamblea, ancianos, bebés, niños y jóvenes, pueblo y liderazgo, y 3) promete de parte de Dios un tiempo futuro espléndidamente bendecido: “… hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía como al principio. Las eras se llenarán de trigo, y los lagares rebosarán de vino y aceite. Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, …” (2,23-25).
Las promesas de bendición no sólo son para restaurar en el presente lo perdido en el pasado sino que se extienden al futuro: “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones.” (2,28). Y sigue una enorme relación de prodigios y bendiciones futuras.
2. ATRÉVETE A SOÑAR. La Ilustración del siglo XVIII acuñó la expresión “sapere aude”: atrévete a saber, atrévete a pensar. Yo os animo: “atrévete a soñar”; de otro modo, perder la ilusión es comenzar a morir. Atrévete a soñar, a imaginar, realidades magníficas. Lo bueno de los sueños, de la imaginación, es que no conoce límites. “No tenemos sueños pequeños”, decía un anuncio de la lotería; es verdad.
“I have a dream”, gritó Martin Luther King: “Yo os digo hoy que, aun cuando nos enfrentamos a las dificultades de hoy y mañana, yo todavía tengo un sueño. (…) Yo tengo el sueño de que un día, en las rojas montañas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos podrán sentarse juntos a la mesa de la hermandad. (…) Yo tengo el sueño de que mis cuatro hijos vivirán un día en una nación en la que no serán juzgados por el color de su piel, sino por el contenido de su personalidad. (…) Yo tengo el sueño de que, un día, todo valle será elevado, todo cerro y montaña será aplanado. Los lugares ásperos serán alisados, los torcidos serán enderezados. (…)” (Washington, 28 Agosto 1963)
Yo os animo a soñar un futuro magnífico para nuestra iglesia. Es la virtud de la imaginación, que hace parecer posible lo que aparentemente es imposible, más allá de las limitaciones presentes. Por eso la capacidad de soñar es pariente cercano de la fe, se alimentan mutuamente.
3. SOÑAR LOS SUEÑOS DE DIOS. Hay un límite a nuestros sueños para la iglesia, como para los sueños más personales, como hijos de Dios. Si queremos que nuestros sueños se hagan realidad, deben ser los mismos sueños que sueña Dios.
“Donde abundan los sueños, también abundan las vanidades y las muchas palabras; más tú, teme a Dios” (Ecl.5,7). “Hablar no cuesta nada, es como soñar despierto y tantas otras actividades inútiles. Tú, en cambio, teme a Dios” (NTV). En ocasiones confundimos los sueños con los antojos, los caprichos, la imitación a otros, la reproducción de estrategias leídas en un libro o escuchadas en una conferencia, …No queremos esos sueños, queremos hacer nuestros los sueños específicos que el Señor de la iglesia tiene para nosotros. “Queremos sumarnos a lo que Dios está haciendo y quiere hacer”.
Aquí Joel tiene también enseñanza para nosotros: esa actitud de búsqueda intensa, comunitaria, compartida por todos los círculos de la iglesia, búsqueda de la voluntad del Señor para nosotros, para hoy y para mañana.
Esa es nuestra parte, imprescindible en actitud y en intensidad: estar a la escucha de la dirección del Viento, para izar las velas en la posición adecuada para que el Viento impulse la nave. Y así “discernir los signos de los tiempos”: cambiar la orientación de las velas conforme cambie la dirección del Viento; de otro modo, si perdemos el impulso del Viento, la nave iría perdiendo velocidad y rumbo hasta quedar detenida en medio del océano.
4. EL SUEÑO PARA EL QUE LO TRABAJA (EN EL ESPÍRITU). Los sueños no son ensoñaciones que se agotan en suspiros melancólicos pero no mueven la voluntad; al contrario, se traducen en “acción que de forma activa llevan el sueño a su despertar” (Carlos Díaz).
Acción, sí, pero a impulsos del Espíritu Santo, no confiados en capacidades humanas. Desde la perspectiva del reino de Dios: “nadie será fuerte por su propia fuerza” (1ºSam.2,9). La presencia activa del Espíritu Santo en medio de la Iglesia, desde Pentecostés hasta hoy, marca la diferencia entre una organización humana y un organismo poderoso que manifiesta el poder de Dios.
Mi respuesta. “Cuando Jehová hiciere volver la cautividad de Sion, seremos como los que sueñan. Entonces nuestra boca se llenará de risa, y nuestra lengua de alabanza; entonces dirán entre las naciones: grandes cosas ha hecho Jehová con éstos. Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; estaremos alegres.” ( Salmo 126,1-3)
No, no tenemos sueños pequeños. Los
sueños de Dios para nosotros son grandes. Es tiempo de alentarnos a buscar el
rostro del Señor, estar activamente a la escucha de Su voz para hacer nuestros
esos sueños y conquistarlos en el poder del Espíritu. Amén.