INTRODUCCIÓN
Espiritualidad de espiritualidades, ¿todo es espiritualidad? Así pareciera porque muchas personas dicen vivir la espiritualidad en los aspectos más recónditos de la existencia humana, de modo que se habla por ejemplo de la espiritualidad del aficionado al fútbol, como se habla cada vez más de sexualidad tántrica como forma de espiritualidad o incluso de “ateísmo espiritual”. Nos hallamos claramente ante el modelado de la espiritualidad a manos de la ya “vieja” Postmodernidad.
1. LAS ESPIRITUALIDADES POSTMODERNAS
Son bien conocidos de todos los rasgos básicos del pensamiento postmoderno que, en esencia, podría identificarse como “la incredulidad con respecto a los metarrelatos”[1] Un poco más en extenso, podemos dibujar el perfil del pensamiento postmoderno en los siguientes términos[2]:
- Relativismo. “Pensamiento débil”
(Gianni Vattimo) y “convencimiento débil” (Rubert de Ventós).
- Crepúsculo del deber y del
sacrificio, con rechazo consecuente de toda noción de culpa y aún de
responsabilidad personal ante nada y ante nadie. “Las gentes ya no
queremos obrar porque así lo exigen deberes incondicionados, sino porque
nos apetece hacerlo en un sentido u otro” (G. Lipovetsky)
- “Ética de náufragos” (J.A.
Marina), un “sálvese quien pueda” para tiempos de crisis.
- Individualismo. “El individualismo es el código genético de la democracia moderna” (G. Lipovetsky), un individualismo “responsable”, por no llamarlo egoísta, que defenderá los derechos de los demás para mejorar los propios.
En
ese contexto postmoderno, alérgico a los macrorrelatos, no hay lugar para la
religión, que es el macrorrelato por excelencia, sustituida por las llamadas
“religiones de reemplazo”, “religiones de plástico”, “religiones de
supermercado”, “el retorno de los brujos” (Louis Pauwels y Jacques Bergier). Se
trata a menudo de religiones y espiritualidades “transpersonalistas”, en las
cuales no existe Dios o existe de forma no-personal, y que alientan la
disolución de toda identidad personal, en el absoluto impersonal del nirvana,
la “evaporación nirvanática de la existencia”[3]
Un perfil básico de estas espiritualidades ofrece las siguientes características[4]:
1. Del monoteísmo al politeísmo y, por tanto, sincretismo: “hágaselo usted mismo”. Una especie de “religión a la carta”: “El concepto se explica solo: concibe los asuntos del alma como algo personalizable. En un mundo individualista, de consumismo avanzado, los fieles se comportan como clientes y meten en su carrito solo los elementos que les interesan. ‘Ahí está el inicio de la espiritualización social’, señala González-Anleo. ‘Cada vez menos productos del pack religioso entran en el carrito del consumidor espiritual y cada vez van entrando más que no estaban en el credo institucionalizado’.”[5] Bien puede hablarse en este sentido de poligamia espiritual.
- Menosprecio de la dimensión comunitaria y, por tanto, renuncia a cualquier forma de compromiso solidario con el semejante.
- Narcisismo. Búsqueda del “bienestar” privado y, por tanto, búsqueda de lo “inmanente placentero” junto al rechazo de cualquier forma de culpabilidad.
Dicho de forma aún más resumida, no pocas espiritualidades contemporáneas se orientan a la búsqueda de una creencia que[6]:
- Me haga sentir bien.
- No me exija esfuerzo ni
compromiso.
- No limite mi libertad personal (tampoco en valores y conducta moral).
Ilustremos
esta concepción de las espiritualidades contemporáneas con un testimonio
cercano:
Bailes, filtros,
recetas, chistes, trucos de belleza… Entre el flujo de contenido constante,
adrenalínico y chillón de TikTok se cuela un vídeo sencillo que habla de la
rutina monástica. ASMR para el
alma. ‘He venido a pasar unos días con una de mis mejores amigas, que es monja
contemplativa, en un monasterio de un pequeño pueblito euscaldún’, dice una voz
en off mientras las imágenes muestran escenas del convento
renacentista de la Santísima Trinidad de Bergara, en Gipuzkoa. ‘He venido a
coger un poco de calma y a vivir un poco slow, un concepto que
ahora está muy de moda, pero que las monjas llevan haciendo toda su vida’.
Isabel Sorribas Rivera suele colgar recetas en su canal de TikTok, pero hace unas semanas decidió
compartir su experiencia en este convento. No era nada muy exótico: lecturas,
paseos por el campo, dar de comer a las gallinas, cuidar el huerto y escuchar a
las monjas cantar. Pero el vídeo, de alguna forma, conectó con la gente y se
viralizó. ‘De repente, tenía un millón de visualizaciones en un día’, recuerda
en un intercambio de audios. ‘Supongo que es porque todos nos podemos
identificar con ese contenido, porque todos llevamos una vida muy rápida y
necesitamos un parón’, reflexiona.
Sorribas es creadora
de contenido, vive en el centro
de Madrid y tiene 31 años. Es espiritual, pero no religiosa. Y su caso es cada
vez más común. Según el informe de laicidad de la Fundación Ferrer i Guàrdia, presentado a finales del pasado marzo, las personas aconfesionales se acercan al 40% en
España, y ese porcentaje se dispara hasta rondar el 60% al centrarse en los
menores de 38 años. La tendencia es clara y se ha acelerado después de la pandemia. Dios no está de moda. Pero muchos de los ritos que
envuelven su figura, sí. Se han reciclado, en un exitoso rebranding litúrgico
que ha sobrepasado los muros de la Iglesia. (…)
Entre la repetición de salmos católicos, de mantras
budistas o respiraciones mindfulness más diferencias formales que
finales. ‘Se trata de valorar las cosas más pequeñas del día a día’, explica Sorribas, que
además de creadora de contenido es teóloga. ‘En ellas hay quien encuentra a
Dios. Yo no lo hago, pero me encuentro a mí misma, encuentro paz’.”[7]
2. LA ESPIRITUALIDAD CRISTIANA
La espiritualidad cristiana es profética, personalista y comunitaria. Y, por tanto, peculiar y distinta a otras en su propósito, en sus medios y en su marco[8].
- Distinta en su propósito. Frente
al carácter introspectivo, hedonista y transpersonal de otras, el
propósito de la espiritualidad cristiana es bien distinto: no busca un
estado sino el cultivo de una relación personal con un Dios personal, el
Dios de Jesucristo, bajo la guía del Espíritu Santo.
- Distinta en sus medios. En lugar
de técnicas, ejercicios o mantras que permitan “vaciar la mente”, la
oración cristiana es un trato despierto, activo, con Dios; una relación
que se modela a la luz de la autorrevelación de Dios en la Biblia.
- Distinta en su marco. Lejos de “viajes transpersonales” de subida a las alturas del Cosmos o de bajada a las profundidades del ser interior, el cristiano tiene como referencia clarificadora la Escritura y como eje central a Jesucristo mismo.
También conviene destacar la peculiaridad de la espiritualidad cristiana por sus dimensiones morales y comunitarias[9]:
- Espiritualidad ética. Encontramos con cierta frecuencia en el libro del Génesis la expresión “caminar con Dios” para señalar la relación personal entre el individuo y Dios, así Enoc (Gén.5:22,24), Noé (Gén6,9), o Abrahm (17,1). Pero pronto se advierte que esta comunión personal requiere por parte del individuo un comportamiento moral agradable a Dios. Noé “era un hombre justo y honrado entre sus contemporáneos” (6,9 -BLPH). Y expresamente Dios lo reclama de Abraham: “anda delante de mí y sé íntegro” (17,1 -NVI). Toda la espiritualidad de Israel está impregnada de este carácter moral. El Pentateuco, los libros sapienciales y los profetas no harán sino desarrollar este mismo principio. Y otro tanto hallamos en el Nuevo Testamento: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; (…) El que me ama, mi palabra guardará” (Jn.14:21,23). “Esto está en un marcado contraste con las diferentes formas de meditación en muchas religiones del mundo. El énfasis bíblico está siempre en el cambio ético, la transformación del carácter, la obediencia a la Palabra del Señor.”[10]
Contraria a la espiritualidad cristiana es toda meditación que ignora al otro, que se agota en la autosatisfacción, una espiritualidad del yo egoísta, sin tú, sin nosotros, sin dimensión comunitaria, una meditación sin prójimo … “la meditación trascendental del propio ombligo” (Carlos Díaz)
- Espiritualidad comunitaria. La relación con Dios es personal pero la intención de Dios, en Jesucristo, es crear una familia, un edificio, un cuerpo, que se ofrezca ante el mundo como testimonio del reino de Dios y sus valores. El libro de los Hechos y todas las epístolas enseñan enfáticamente esta verdad.
3. DE LA BIBLIA A LA INTIMIDAD CON DIOS (Lectio divina)
La referencia primera y obligada de la espiritualidad cristiana es la Biblia. Sin ella, toda espiritualidad deviene mera subjetividad, cuerpo sin esqueleto que lo sostenga (von Balthasar). Pero no cualquier acercamiento a la Escritura alimenta la espiritualidad. No cabe la superficialidad ni basta la erudición. Es menester dar lugar a la intervención del Espíritu, para que la Escritura no sea mera suma de “cadáveres proposicionales” (E. Peterson). Es el Espíritu quien convierte el logos siempre objetivo, verdadero, de valor universal, en rhema, palabra dirigida por el Espíritu, de aplicación personal y concreta. Jesucristo, Palabra encarnada, nos llama a un “encuentro” con Él (E. Brunner) a través de la Palabra escrita, leída en el Espíritu. La verdadera meditación, por tanto, es «conocimiento que genera amor»[12]
Sería un error dramático considerar la meditación como un ejercicio meramente estético o autocomplaciente. “En la oración meditativa Dios siempre está dirigiéndose a nuestra voluntad. Cristo nos confronta y nos pide elegir. Habiendo escuchado su voz, tenemos que obedecer su Palabra. Es el llamado ético al arrepentimiento, al cambio, a la obediencia, lo que distingue más claramente a la meditación cristiana de su contraparte oriental y secular. En la oración meditativa no hay pérdida de identidad, no hay unión con la conciencia cósmica, ni ilusorios viajes astrales. Por el contrario, estamos llamados a una obediencia de vida transformadora, porque nos hemos encontrado con el Dios viviente de Abraham, Isaac y Jacob. Cristo está verdaderamente presente en medio nuestro para sanarnos, perdonarnos, cambiarnos y darnos su poder.”[13]
La Lectio divina ofrece un modo de acercamiento al texto sagrado que facilita su lectura como experiencia de diálogo personal con Dios. “No razonamos el texto sino únicamente lo usamos como medio para enfocar el espíritu, conscientes de que el ejercicio principal debe ser la presencia de Dios y de que el tema leído debe servir más bien para sujetar el espíritu que para ejercitarlo en el razonamiento.”[14] El primero en utilizar la expresión fue Orígenes (aprox. 185-254). El método más conocido de lectio divina es del monje cartujo Guigo II, del siglo XII con sus cuatro momentos de lectio, meditatio, oratio, contemplatio. Su objetivo: «entrar en íntima relación con Dios para crecer en ese conocimiento que es experiencia viva de amor».[15] No es sólo un ejercicio privado sino que debe practicarse desde una perspectiva comunitaria, para que la espiritualidad no se convierta en un castillo cerrado, alejado del resto de la comunidad cristiana y del resto de la humanidad.
Lectio. Nos preguntamos qué dice el texto. Para comprender la Palabra. Y poder descubrir lo que Jesús quiere enseñarnos a través del autor inspirado.
Meditatio. Nos preguntamos qué me/nos dice el Señor con su Palabra. Para actualizar la Palabra. Y poder interpretar la vida, conocer su sentido, mejorar nuestra misión y fortalecer la esperanza.
Oratio. Nos preguntamos qué quiero decirle al Señor después de haber escuchado su Palabra. Para dialogar la Palabra. Y poder dialogar con Dios y celebrar nuestra fe en familia o comunidad.
Contemplatio. Nos adentramos ahora en la oración contemplativa. “Con este nombre, que es familiar a la tradición cristiana, se designa el momento en que la lectura de la Palabra de Dios y la reflexión sobre el misterio desembocan en la quietud admirativa, en el contacto, en la experiencia.”[16] Como cuenta Victor Hugo del obispo de Digne, personaje de Los miserables: “No estudiaba a Dios; dejaba que lo deslumbrase.”[17]
La contemplación supone disfrutar de la presencia de Dios, que nos da una nueva mirada de la realidad y nos permite encontrar Su presencia en los acontecimientos de la vida cotidiana. En esa disposición recogida y cautivada ante el Señor, cuando “mi casa está siendo acallada” (San Juan de la Cruz), se nos hace “fácil” escuchar al Señor. Esa “suave voz interior” nos guía si somos capaces de escuchar con humilde atención y disposición de obediencia. “Contemplar al Señor habla de una mirada del corazón constante y hacia adentro, enfocada hacia Dios, el centro divino. Nos complacemos en la calidez de la presencia de Dios. Nos sumergimos en el amor y el cuidado de Dios. El alma, introducida en el lugar santo, se asombra por lo que ve.”[18] Es como si entráramos al lugar santísimo, y ese lugar santísimo estuviera dentro de nosotros.
Pongamos un ejemplo de esta actitud contemplativa:
Estoy en casa solo y
tengo toda la tarde por delante. Me siento en un sillón y tomo en mis manos un
álbum de fotos antiguas. En una primera pasada voy mirando las fotos una tras
otra, reconociendo las personas que allí aparecen y las situaciones en que nos
encontrábamos.
De
repente hay una foto que llama poderosamente mi atención. Dejo ya de pasar las
hojas del álbum y me detengo en esa foto especial. Me quedo mirándola
largamente. Recuerdo alguna anécdota de lo que pasó ese día en que se tomó la
foto. Me fijo en los detalles, la sonrisa de uno, la cara de disgusto de otro,
las modas ridículas que se usaban entonces.
Conforme voy “meditando” en esa
foto, me empieza a invadir un sentimiento de ternura y bienestar. ¡Qué bien lo
pasamos! ¡Qué gente tan magnífica! ¡Qué suerte haberles conocido! ¡Cuánto
tiempo sin verles! Dejo ya de fijarme en los detalles, para captar la imagen en
su globalidad. Mi mente se queda en blanco y me entrego a ese vago sentimiento
de añoranza que me hace sentirme en paz y alegre. He alcanzado la fase de
contemplación.
(….)
Pero
este momento de contemplación no nos aleja de la realidad, no nos sumerge en un
mundo de fantasías, sino que nos devuelve más lúcidos a la realidad, más
conscientes de quiénes somos y de cuál es el sentido de nuestra vida.
Volviendo
al ejemplo de la fotografía, es muy probable que al acabar la contemplación
sienta unas ganas muy grandes de coger el teléfono y llamar a alguna de esas
personas de la foto a quienes no veía hace tiempo. La contemplación me ha
dinamizado y me ha cargado de motivos para entrar en contacto con ellas.[19]
[1] J.F.
Lyotard: La condición postmoderna. Madrid: Editorial Cátedra, 1984. Pg.
10.
[2] Cfr.
Carlos Díaz: Manual de historia de las religiones. Bilbao: Desclée de
Brouwer, 1997. Pgs. 579-583.
[3] Carlos Díaz, “Horror al
confesionario”, 2023. Inédito.
[4] Cfr.
Carlos Díaz: Manual de historia de las religiones. Bilbao: Desclée de
Brouwer, 1997. Pgs. 598-601.
[5] https://elpais.com/estilo-de-vida/2023-04-08/la-espiritualidad-mas-alla-de-dios-los-catolicos-confian-en-el-karma-y-los-ateos-encuentran-paz-en-la-oracion.html
Consultado 19 Abril 2024.
[6] Pablo
Martínez Vila: “Características esenciales y diferenciales de la meditación
cristiana frente a otras meditaciones”. In VVAA: ¿Todas las meditaciones son
iguales? Barcelona: Andamio Editorial, 2022. Pg. 44.
[7] https://elpais.com/estilo-de-vida/2023-04-08/la-espiritualidad-mas-alla-de-dios-los-catolicos-confian-en-el-karma-y-los-ateos-encuentran-paz-en-la-oracion.html
Consultado 19 Abril 2024.
[8] Cfr.
Pablo Martínez Vila: “Características esenciales y diferenciales de la
meditación cristiana frente a otras meditaciones”. In VVAA: ¿Todas las
meditaciones son iguales? Barcelona: Andamio Editorial, 2022. Pgs. 47-61.
[9] Cfr.
José María Martínez: “La espiritualidad evangélica hoy”. In ALETHEIA, nº 38,
2/2010. Pgs. 5-18.
[10] Richard
J. Foster: Santuario del alma. El Paso, TX.: Editorial Mundo Hispano,
2012. Pg. 18.
[11]
Adaptado de “Taller de Oración”. Emmanuel Buch, capítulo II.
[12] M.
HERRÁIZ GARCÍA, “Oración mental (meditación)”, en C. Rossini-P. Sciadini (eds.)
Enciclopedia de la oración. Madrid:
San Pablo, 2014. Pg. 267.
[13] Richard
Foster: La oración. Miami: Editorial
Caribe, 1994. Pg. 185.
[14] Madame
Guyón: El modo breve y muy sencillo de orar … Madrid: Marronyazul, 2021.
Pg. 28.
[15] A. M.
CÁNOPI, “Lectio divina”, en C. Rossini-P. Sciadini (eds.), Enciclopedia de la oración, San Pablo, Madrid 2014,Ibid, 331.
[16] S. Gamarra: “La oración cristiana”. In
Teología espiritual. Madrid: BAC, 1994. Pg. 171
[17] Victor
Hugo: Los miserables. Volumen 1. Madrid: Alianza Editorial, 2015. Pg. 73.
[18] Richard
J. Foster: Santuario del alma. El Paso, TX.: Editorial Mundo Hispano,
2012. Pg. 59.
[19] Juan
Manuel Martín-Moreno: Orar con los Salmos.
Bilbao: Ediciones Mensajero, 2011. Pgs. 111-112.