lunes, 8 de enero de 2024

EVANGÉLICOS, POLÍTICA, POLÍTICOS


1. NOS INTERESA LA POLÍTICA.

“La Iglesia no tiene un partido político. No hay un partido político que sea el partido de la Iglesia (…). Esperamos que nadie utilice a la Iglesia como moneda de cambio o arma arrojadiza en los debates políticos.”[1]. Estas palabras no son mías; las pronunció monseñor César García Magán, obispo auxiliar de Toledo y secretario general de la Conferencia Episcopal Española, el pasado 21 de abril de 2023. Eso sí, estoy plenamente de acuerdo con estas afirmaciones y celebro escucharlas del portavoz de una Iglesia que a menudo históricamente mantuvo criterios bien distintos.

Tampoco los cristianos evangélicos tenemos un partido político que sea nuestro partido. ¿Quiere eso decir que no nos interesa la política? Todo lo contrario. Nos interesa la política porque nos interesa la vida de la polis, la vida de los ciudadanos. Nuestra fe no es escapista. Como escribió Martin Luther King, también nosotros creemos que: “cualquier religión que profesa estar preocupada por las almas de los hombres y no está preocupada por las condiciones sociales y económicas que escorian [desgarran] esa alma es una religión espiritualmente moribunda, que solo espera ser enterrada.”[2] O dicho a la manera del teólogo ecuatoriano René Padilla: “No hay lugar para estadísticas sobre ‘cuántos mueren sin Cristo cada minuto,’ que no consideren cuántos de los que así mueren son víctimas del hambre.”[3]

Nuestra preocupación por la política, por la vida en la polis, por el bienestar integral de nuestros conciudadanos y conciudadanas, nace de la Biblia: “Dios es justo, y ama la justicia” (Salmo 11,7). Por esto, Dios mismo empeña su palabra en una promesa rotunda: “La justicia engrandece a la nación” (Prov.14,34). De hecho, la recomendación de Dios a través del profeta Jeremías al pueblo de Israel, viviendo en tierra extraña, en el exilio de Babilonia, fue: “procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella al Señor; porque en su paz tendréis vosotros paz.” (29,7).

Nos interesa la política, nos interesa el bienestar de toda la ciudadanía. Pero no pretendemos imponer nuestros valores morales a la sociedad. En palabras del sociólogo protestante Jacques Ellul: “Si una ética es cristiana, brota de la fe, sólo es aceptable para la fe y no es posible sino en la fe. De ahí que sea estrictamente imposible pedir a los demás que obedezcan a esa ética, que vivan como si fueran cristianos, cuando no tienen fe.”[4]

No aspiramos al poder sino al testimonio: ser fermento, levadura positiva, conciencia, sal, luz, visibles como una ciudad en lo alto de un monte (Mateo 5,13-16), en medio de nuestros conciudadanos. Dolorosamente conscientes de su quebranto, como recoge el libro del Eclesiastés: “Me volví y vi todas las violencias que se hacen debajo del sol; y he aquí las lágrimas de los oprimidos, sin tener quien los consuele; y la fuerza estaba en la mano de sus opresores, y para ellos no había consolador.” (4,1). Conscientes y respondiendo responsablemente a su clamor, sobre todo al clamor de los últimos, de los olvidados: “Abre tu boca por el mudo en el juicio de todos los desvalidos. Abre tu boca, juzga con justicia, y defiende la causa del pobre y del menesteroso.” (Proverbios 31,8-9)

Nos interesa la política, el bienestar de toda la ciudadanía. Por eso, a finales del siglo XIX y principios del XX los evangélicos españoles crearon decenas de escuelas, antes incluso que sus capillas, para alfabetizar a sus conciudadanos (y facilitar el acceso de la mujer a la enseñanza superior), de modo que pudieran estos leer por sí mismos las verdades de la Biblia.

Nos interesa la política, el bienestar de toda la ciudadanía. Por eso, en los años 70 y 80 del pasado siglo los evangélicos españoles abrieron decenas de centros de rehabilitación para los jóvenes masacrados por la heroína.

Nos interesa la política, el bienestar de todas las personas más allá de su país de origen, el color de su piel o su estatus social. Por eso, en las últimas décadas los evangélicos españoles hemos levantado iniciativas de todo tipo en favor de emigrantes, refugiados, víctimas de trata para explotación sexual, …No puedo resistirme al recuerdo nostálgico de aquella sencilla “Iniciativa Evangélica” que en los años 90, en Madrid, cada vez que se producía un atentado mortal de la banda terrorista ETA, congregaba a un puñado de evangélicos en el mismo día y en el mismo lugar del atentado para arrodillarse e interceder por la paz, porque profesamos la fe en Jesús de Nazaret, quien se hizo a sí mismo víctima para que nadie más tuviera que serlo.

Nos interesa la política, el bienestar de toda la ciudadanía. Por eso, ejercemos una voz pacíficamente profética, anunciando a todos la verdad del reino de Dios y su justicia, la invitación a todos a reconciliarse con Dios a través del sacrificio de Jesucristo su Hijo en la cruz, para que todos podamos experimentar la vida abundante y eterna que nos brinda gratuitamente.


2. ¿QUÉ PEDIMOS A NUESTROS POLÍTICOS Y NUESTRAS POLÍTICAS?

Creemos en una respetuosa distinción (que no separación) entre Iglesia y Estado. Por eso, en ningún caso pedimos tratos de favor o privilegios. Sí les pedimos que nos juzguen por nuestros hechos, los hechos de la mayoría, y no por prejuicios o excesos de unos pocos.

Les pedimos ejemplaridad moral, aquello que ya reclamaba Platón hace 2.500 años: la práctica de la política como “un ejercicio de justicia y pudor” (Protágoras. 322 c-d). Les pedimos una acción basada en la justicia y la misericordia porque, como dice el libro de Proverbios: “El que sigue la justicia y la misericordia hallará la vida, la justicia y la honra.” (21,21)

Les pedimos, en palabras del filósofo protestante Denis de Rougemont, que hagan suyo “el esfuerzo de instaurar una economía general de la vida que implique la identidad de lo espiritual y de lo temporal, y que funde sobre ella sus valores más altos y más cotidianos a la vez.”[5]

Les pedimos un empeño decidido por superar, no las diferencias ideológicas, pero sí la crispación exacerbada en su debate. Les pedimos que sean modelos de convivencia, que sean más conscientes del efecto de contagio que tienen sobre el conjunto de la sociedad. En definitiva, que conviertan la política, en palabras del filósofo personalista católico Emmanuel Mounier, en “el arte de convivir en la comunidad”.


3. ¿QUÉ OFRECEMOS A NUESTRAS POLÍTICAS Y NUESTROS POLÍTICOS?

 En primer lugar, ofrecemos nuestra completa lealtad institucional. Y esto, siempre y a todos, “por causa del Señor” (cfr. Romanos 13,1ss.; 1ªP.2,13)

Ofrecemos nuestra colaboración activa en todas aquellas iniciativas dirigidas a construir una sociedad cohesionada, justa, democrática. Y nos ofrecemos a un diálogo crítico a la vez que cordial aún en aquello que disienta con los valores del reino de Dios, con la sola condición de que se respete nuestra independencia y libertad de conciencia.

Sobre todo, les ofrecemos nuestras oraciones. Oramos en favor de su buena gestión; pedimos a Dios que guíe a los hombres y mujeres que se dedican a la política y a todos quienes protagonizan la vida de la sociedad civil, a un ejercicio diario de justicia y pudor (cfr. 1ª Timoteo 2,1-2). Pero más aún, oramos y pedimos la bendición de Dios sobre sus personas y sus circunstancias personales. La actividad política es pasajera, el personaje político deja de ser, pero la persona permanece. Pedimos a Dios que bendiga sus personas, sus familias, su presente y su futuro. Pedimos a Dios que les ayude a oír su voz llamándoles a la vida abundante que se nos ofrece a todos en Jesucristo.

Que Él nos bendiga.
Madrid, 3 Junio 2023




[1] https://www.religiondigital.org/espana/obispos-elecciones-Iglesia-arrojadiza-politicos-espana-valle-caidos-cuelgamuros-primo-rivera-politica-disney-celaa-educacion_0_2553044687.html Consultado el 31 de Mayo de 2023.

[2] Martin Luther King: “Peregrinación a la no violencia”. In Martin Luther King: textos y discursos radicales. Introducción y edición de Cornel West. Buenos Aires: Tinta Limón, 2022. Pg. 68.

[3] C. René Padilla: Misión integral. Buenos Aires: Nueva Creación, 1986. Pgs. 24-25.

[4] Jacques Ellul: Contra los violentos. Madrid: Ediciones S. M., 1980. Pg. 174.

[5] Citado por Jacques Ellul: Autopsia de la revolución. Madrid: Unión Editorial, 1973. Pg. 320.