martes, 16 de enero de 2024

VITALIDAD INTERIOR EN JESUCRISTO

La práctica clínica tiene tres momentos: diagnóstico, pronóstico y tratamiento. El diagnóstico es “dar nombre al sufrimiento del paciente”. El pronóstico es un juicio clínico de la dolencia (leve, grave, reservado, …). El tratamiento vendrá dado por los dos elementos anteriores para procurar la curación o el alivio del mal. Ese esquema para sanar el cuerpo vale también para la salud del alma, de los individuos y de las sociedades.


1. DESESPERANZA (diagnóstico)

VIDA[1]

 

Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.

 

Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!».
Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!».
Ahora sé que la nada lo era todo,
y todo era ceniza de la nada.

 

No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)

 

Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.

Este poema desesperanzado, escrito al final de la vida del poeta, es una ilustración del desánimo de muchos hombres y mujeres de nuestra sociedad. Una desesperanza que es más dolorosa entre los jóvenes porque ellos deberían ser la encarnación del entusiasmo. Los datos indican lo contrario: el 63’7% cree que no cobrará pensión de jubilación, el 52’9% piensa que nunca tendrá vivienda en propiedad.[2] El 61’8% de los jóvenes no se plantea tener hijos, al menos a corto plazo[3] (de hecho, la primera mitad de 2023 arroja la cifra más baja de nacimientos de la serie histórica).


2. EL PROBLEMA DEL CORAZÓN (pronóstico). El diagnóstico es claro: desesperanza (recordemos que cada dos horas una persona se quita la vida en España). Y el pronóstico es muy grave porque una vida des-corazonada, des-alentada (sin aliento) no puede sobrevivir.

Habréis oído decir que el corazón del problema es el problema del corazón. En términos anímicos y espirituales es completamente cierto. “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida.” (Prov.4,23). Salvo excepciones dramáticas (que las hay), en la vida cotidiana no es “cómo nos van las cosas” las que quitan o dan vitalidad, ánimo, gozo, … porque estás disposiciones no vienen de fuera sino que brotan (o no) de dentro [prefiero hablar de ánimo, tono vital, que no de gozo, porque algunos asocian esa palabra con una actitud de jijijaja, que no se corresponde a la intención del texto bíblico]. Lo dice la sabiduría bíblica: “Todos los días del afligido son difíciles; mas el de corazón contento tiene un banquete continuo” (Prov.15,15) – “Para el abatido, cada día acarrea dificultades; para el de corazón feliz, la vida es un banquete continuo” (NTV) La Biblia enseña que no se trata de buscar estímulos para el corazón sino que del corazón brota el estímulo, la vitalidad, el gozo: “El corazón alegre constituye buen remedio; mas el espíritu triste seca los huesos” (Prov.17,22) Ahí tenéis el centro del problema, ese el diagnóstico de la radiografía espiritual: el espíritu triste, “el ánimo decaído” (NVI). Y el pronóstico es de suma gravedad porque no hay tratamiento posible “desde fuera”.


3. EL GOZO DEL SEÑOR ES NUESTRA FUERZA (tratamiento). “El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria”[4]. ¿Qué tratamiento será eficaz para hacer posible esta salud del alma? ¿Qué leña puede mantener el fuego del ánimo encendido? Muchos “se automedican, se autorecetan”: mayores dosis de sexo, de fiesta, mayores dosis de las cosas que el dinero compra. Jesús de Nazaret nos invita a buscar el ánimo, la vitalidad profunda, permanente, y resistente a las circunstancias en otro camino: en Él. “El gozo del Señor es vuestra fuerza” (Neh.8,10); “Regocijaos en el Señor siempre” (Filip.4,4). ….

…. En Él, más exactamente: “en toda bendición espiritual que viene de Dios a través de Él” (cfr.Ef.1,3),  las bendiciones espirituales con las que Dios Padre nos ha bendecido y bendice en Jesús: nuestros pecados han sido perdonados, somos hijos de Dios, tenemos la vida eterna, Cristo por el Espíritu está dentro de nosotros, podemos vivir una vida con propósito … Nuestro ánimo cobra vitalidad alimentado de estas bendiciones permanentes, presentes y eternas.

De ahí la exhortación del apóstol Pablo: “no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2ªCor.4,18). “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Col.3,2). Dicho a la manera de Jesús: No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” (Mt.6,19-21). ¡De nuevo el corazón! Llenar el corazón de las verdades gozosas eternas para que alimenten el ánimo en todo tiempo. Además, nuestro Padre nos dará lo que necesitamos para esta vida, … cuando hallamos quitado nuestro corazón de ellas: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” (Mt.6,33)


4. ENFERMEDAD ESPÍRITUAL, TRATAMIENTO DEL ESPÍRITU. Hay muchas formas de creer en las promesas de Dios. Pero no todas afectan al vivir. Un síntoma claro de que esas verdades no han calado dentro de nosotros es el negativismo, que es una forma de incredulidad; ese tono negativo, derrotado de antemano. Sí, “el gozo es el resultado de nuestras certezas”[5]; en nuestro caso, las certezas de las promesas del Padre, de su presencia fiel en nuestras vidas. Pero a veces sufrimos “la enfermedad del olvido de las promesas de Dios” (Daniel Bores), una enfermedad contra la que nos advierte la Escritura: “Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios” (Sal.103,2). Olvido, luego me angustio. Me angustio, luego desespero (desesperanza).

Hay muchas formas de creer en las promesas de Dios. Pero no todas afectan al vivir. Para que empapen el alma, el ánimo (y no sólo la mente), y nos llenen de vitalidad y esperanza, necesitamos ser enseñados por el Espíritu Santo: “… no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual” (1ªCor.2,13).

Cuando por el Espíritu estas verdades calan en nuestro corazón, podemos soportar los tiempos difíciles sin desesperar: “En Él se alegrará nuestro corazón porque en su santo nombre [carácter] hemos confiado” (Sal.33,21).

Cuando por el Espíritu estas verdades calan en nuestro corazón, podemos disfrutar aún de las cosas más sencillas y cotidianas (y quien no sabe hacerlo, nunca tendrá bastante con nada): un paseo por el jardín, el rumor de los árboles bajo la brisa, un amanecer, una conversación relajada con un amigo, juntarse con la familia alrededor de la mesa la final del día, … “La vida resulta fascinante cuando podemos descubrir su romance y su belleza en lo sencillo, que tantas veces pasa desapercibido.”[6] Vivir en el gozo del Señor significa que en Él, muchos momentos y circunstancias “insignificantes” alimentan nuestra dicha. Y esa es nuestra fortaleza ante la vida.

Dicho con respeto a los dolientes severos: Nadie te amarga la vida, tú te la amargas. “No hay desgracia más grande que sentirse uno mismo desgraciado”[7]. Peter Handke escribió de los “ladrones de la ilusión”[8] pero a menudo somos nosotros mismos quienes cubrimos nuestra vida de oscuridad. Muchas personas no saben sufrir lo malo y sucumben ante el dolor; es comprensible. Pero lo dramático es ver a personas que tampoco saben disfrutar de lo bueno. Si ven una rosa, no contemplan su color ni respiran su aroma: sólo se fijan en la espina. Pero si las promesas eternas del Padre sustentan nuestra vida, podemos disfrutar de todo lo bueno que Él nos regala. “Disfruta de la prosperidad mientras puedas, pero cuando lleguen los tiempos difíciles, reconoce que ambas cosas provienen de Dios. Recuerda que nada es seguro en esta vida.” (Ecl.7,14 -NTV)


Mi respuesta. Vivir en el gozo del Señor significa que cuando toca llorar, lloramos, pero no convertimos la vida en una llorera. Vivir en el gozo del Señor significa que su Espíritu vivifica sus promesas en nuestro interior, que Él mismo siembra gozo, su gozo peculiar, ánimo vital en el interior (Gál.5,22). Y esa es nuestra fortaleza ante la vida: la vida de fe: “por la fe estáis firmes” (2ªCor.1,24). “Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” (1ªJn.5,4).

Creer ¿no es albergar

un mediodía dentro,

luz que borra nostalgias,

hace frente al misterio,

abate pesadumbres,

y siega desalientos?[9]

Así como no todos los enfermos son conscientes de su dolencia física, no siempre somos conscientes de nuestros males del alma. Jesús nos muestra una magnífica herramienta para ver el estado anímico del corazón: nuestra manera de hablar. “De la abundancia del corazón habla la boca” (Lc.6,45b). No creo en el sentido mágico de las palabras pero ese tono negativo con el que algunas personas se expresan, esa manera oscura, siempre derrotada de antemano, señala un “espíritu triste” y, lo que es peor, retroalimenta para mal el corazón. Por eso, hermano:

Renuncia a la incredulidad, el derrotismo, el negativismo.

Renuncia al Engañador, al enemigo de nuestras almas.

Cree, en la sabiduría del Espíritu Santo, las promesas eternas del Padre, que nada ni nadie nos puede robar. Anclados en los regalos eternos del Padre, que nada ni nadie nos puede robar, somos fuertes. Como dice el salmista: “tú aumentarás mis fuerzas como las del búfalo; seré ungido con aceite fresco” (Sal.92,10); “el que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila” (Sal.103,5); “los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (Is.40,31). Como dice Alfredo Ramón: “vamos adelante, alentados en el Señor”. Sí, Espíritu Santo, refresca en nuestras almas la fe viva en todas las bendiciones eternas del Padre, que nada ni nadie nos puede robar.

Madrid, 14 Enero 2024



[1] José Hierro: “Vida”. Cuaderno de Nueva York. Poesías completas (1947-2002). Madrid: Visor Libros, 2022. Pg. 781. (poema epílogo de su último libro «Cuaderno de Nueva York», dedicado a su nieta Paula Romero).

[4] Ernesto Sábato: La resistencia. Madrid: Alianza Editorial, 2014. Pg. 108.

[5] Eduardo Delás: 30 días con Jesús en el camino. Valencia: 2022. Pg. 124.

[6] Juan Luis Rodrigo: Fruta nueva. Madrid: Sociedad Bíblica, 1996. Pg. 35.

[7] Juan Luis Rodrigo: Fruta nueva. Madrid: Sociedad Bíblica, 1996. Pg. 104.

[8] Peter Handke: La noche del Morava. Madrid: Alianza Editorial, 2013. Pg. 170.

[9] José Hierro: “Fuegos de artificio en honor de Don Pedro Calderón de la Barca”. Poemas no recogidos en libro. Poesías completas (1947-2002). Madrid: Visor Libros, 2022. Pg. 786.